viernes, 14 de enero de 2000

Capítulo 13 - A la sombra

Querida mamá:
Hace tiempo que he querido hacer esto, expresar en un trozo de papel en blanco todos mis sentimientos, meterlos en una carta y mandártelo. Pensé que quizás ya era hora de hacerlo. Lo primero que he de decir es que estoy bien. Aquí tengo todo lo que necesito, y aunque cueste creerlo tengo un apartamento para mí sola: cocina, baño, un dormitorio enorme de matrimonio... Por otra parte, los entrenamientos son duros y muchos días acabo realmente agotada, que no puedo más, incluso noto la falta de aliento en los pulmones. Aunque pese a eso, me congratula decir que ya soy mas fuerte que antes, más rápida, más letal, más... shek. Sí, Ziessel me contó lo que era, de dónde procedía mi raza y el esplendor que poseía incluso hoy en día fuera de Idhún. También me habló de mi padre, y no me refiero a Jack, sino a mi verdadero padre, Christian. O como se le conoce realmente: Kirtash. Siendo franca, de ti me imaginaba una mentira semejante, pero no de él y eso es lo que más me ha decepcionado de todo el conjunto de mentiras que he vivido hasta ahora, aunque la verdad es que siempre sospeché algo. Lo quieras reconocer o no, Jack siempre prefería mil veces mil a Erik antes que a mí, y eso duele. Duele lo indecible ver que tú no eres más que alguien a quien se trata con la frialdad de una extraña, de una visita de la casa. De pequeños no era así pero ahora...

Aunque eso se acabó. No voy a volver. No de momento, ni en un futuro de un par de años. El dolor que esto ha causado en mí ha hecho mella como para que me cueste perdonaros todo esto. Lo que os pido desde aquí es de abandonéis los medios. No hace falta que me sigáis buscando y que alertéis a toda la policía estadounidense de mi desaparición.

Os sigue queriendo pese a todo.
Eva

La muchacha suspiró largamente cuando acabó de redactar la carta. Levantó la vista hacia el enorme panel de cristaleras que componían una de las cuatro paredes de su dormitorio. Fuera llovía. Entornó la mirada, perdiéndola en la inmensidad del cielo oscuro y tétrico que lucía ese día la noche. Habían pasado cerca de un mes desde que se había ido de su casa. Un mes desde que toda su ida había cambiado... Para bien, indudablemente. Ahora tenía la libertad que siempre había deseado, la atención que necesitaba, y por qué no, unos cuantos caprichos que nunca venían demasiado mal, la verdad. Se pasó el extremo del bolígrafo por los labios, en actitud pensativa. No pensaba darle más vueltas al asunto de su familia, como tampoco pensaba llenar su mente nuevamente de recuerdos que ahora consideraba falsos: recuerdos de Jack ejerciendo de padre y la actitud de todos de perfecta familia feliz, cosa que no era así como había podido ver.
Negó de nuevo levantándose de la cómoda silla de escritorio, metió el papel doblándolo dos veces en un sobre en blanco y lo selló. Acto seguido, salió del despacho caminando despacio y con la vista en la nada. Sin un sonido abrió la puerta del final del corredor... Para dar a otro pasillo aunque más extraño. No tenía el toque acogedor del color melocotón con el que se había pintado todo el apartamento que ocupaba Eva, sino que estaba pintado en blanco, con luces frías en el techo dispuestas cada dos metros exactamente. Aquel era un pasillo interminable, aunque era una de las muchas características de la Base. Eva cerró la puerta de madera y echó a andar con aire despreocupado y muy propio de ella. La Base era el cuartel de operaciones de los llamados Nuevos Sheks, una organización que se había gestado al abrigo de las sombras de Tokio, creciendo poco a poco al principio, aunque a pasos agigantados finalmente. Se componía sobretodo de humanos que habían rendido culto al Séptimo, pero tras la partida de este el pensamiento de todos cambió. La figura que adoraban había desaparecido con todas sus criaturas, llevándoselas al nuevo mundo, a la nueva tierra prometida por su dios. Pero... ¿Se marcharon todas? No. Qué ingenuos fueron al pensar ello en un principio. Pronto, al saber que la reina shek, Ziessel estaba en la Tierra, todas las criaturas del dios oscuro que habían permanecido escondidas en los recovecos de la tierra y las montañas, las marismas y ciénagas, salieron desplegando sus alas y la siguieron. Total, ella era el único ejemplo de liderazgo que les quedaba, además de la última esperanza para vivir. No quería que se les diera caza. Y ahora, humanos y criaturas del Séptimos se habían alianzado tanto para sobrevivir como para prosperar en la Tierra bajo el increíble mando de su líder, una líder a la que Eva admiraba sobre cualquier cosa: Ziessel. Era una mujer seria, fuerte, segura de sí misma y de lo que quería, capaz de conseguir todo lo que propusiera. Todo un ejemplo de mujer. Ziessel representaba todo lo que ella quería llegar a ser. Y rezaba internamente porque así fuera.
 No se oía nada, ni siquiera sus propios pasos. Torció a la derecha cuando llegó al final, y continuó de manera monótona, como si fuera una muñeca movida por unos hilos. Cuando iba a pasar por delante de una puerta lacada en negro se detuvo y entró tranquilamente. El cuarto en cuestión era un despacho no muy amplio aunque perfectamente ordenado. No había ni un sólo papel fuera de su lugar y todo parecía estar colocado milimétricamente. Sobre una estantería alta se veían unas débiles volutas de humo danzar en el aire mientras se elevaban a la par que desaparecían: incienso. Avanzó unos pasos y dejó el sobre sobre la mesa de Ziessel. Estaba más que segura que en cuanto viese para quien iba lo mandaría a la dirección que rezaba el sobre por su cara frontal.
Asintió ligeramente y salió de allí de nuevo, cerrando la puerta tras de sí.
Hola —dijeron justo a su lado muy cerca de ella.
Toda la piel se le erizó de golpe al momento que daba un chillido del susto. El muchacho se echó a reír por lo bajo.
Te odio. ¿Qué te he dicho de dar sustos así como así? —Le recriminó ella.
Pensaba que me habías oído llegar, Alison —respondió de forma serena, sin alterarse lo más mínimo.
Era un muchacho normal a simple vista, aunque sólo a simple vista. Su oscuro y corto pelo hacía destacar sus facciones angulosas que no dejaban de ser jóvenes., puesto que no tendría más de veinte años, veintidós a lo sumo y pese a ello se juntaba con Alison como si no existiera una importante distancia de edad entre ambos. Quizás fuese porque él era demasiado infantil en algunos momentos o porque era ella muy madura para su edad. Fuera como fuese, poco después de que Alison llegase a aquel solitario edificio, se hicieron prácticamente inseparables, aunque guardasen las distancias.
Está claro que no. —Respondió ella—. Estaba en mi mundo.
Sueles estar últimamente bastante en tu mundo, por lo que veo.
¿Algún problema con eso? —Arqueó una ceja ella—. A ver si ahora no voy a poder pensar cuando a mí me de la gana.
Relaja, fiera —Se carcajeó apenas un instante—. ¿Qué hacías en el despacho de Ziessel, eh?
Nada —dijo casi de manera instantánea—. ¿Y tú espiándome?
No te espiaba —Negó varias veces con la cabeza, relajado—. Sólo te buscaba. Nos han llamado. En la sala seis en media hora. Y suponía que no te habrías enterado así que aquí me tienes.
La chica asintió un poco. Eso explicaba el que estuviese allí.
Vale... Pues vamos, Tom.
Sin decir nada más echó a andar la primera por el solitario pasillo, esperando que la siguiese. Y el muchacho lo hizo a una corta distancia de ella. Se llama Tom, o mejor dicho, ella lo llamaba Tom ya que su verdadero nombre shek le resultaba difícil de pronunciar. Demasiadas sílabas serpenteantes en un mismo nombre, pensó ella una vez. ¿Por qué las criaturas el Séptimo debían tener semejantes nombres? Era casi reacia a llamarlo así por lo que el muchacho acabó como el personaje de un libro: Thomas, o en su diminutivo, Tom.
¿Para que nos han llamado?
No hacía falta ni que lo preguntase. La sala seis era la sala de entrenamiento con armas largas, y por largas se referían a lanzas, espadas e incluso hachas, aunque sólo unos pocos lograban manejar bien estas y la chica no era una de ellos, aunque no le importaba lo más mínimo. Con el tiempo había aprendido que no todo se puede en esta vida al igual que cada persona o ser, en este caso, poseía unas cualidades determinadas que lo hacían único, bien fuera porque tenía fluidez con las lenguas, por su habilidad con un arma en cuestión o simplemente, era su carácter lo que lo hacía destacar del resto.
Resulta que quieren que entrenemos, esta vez en grupos de tres.
Alison se paró en seco.
Ese ejercicio ya lo pasamos hace dos días —se quejó mirándolo. ¿Por qué les hacían repetirlo ahora?— No pienso pasar de nuevo por ahí.
Eh, luchas bien. Tú al menos no tienes ningún problema. Hay otros que lo pasamos peor, ¿sabes?
Te he visto pelear mil veces y ojalá pelease como tú, Tom. Ojalá —el matiz que teñía sus palabras era de pura admiración, y él lo sabía. Por eso sonrió altanero—. Déjate de sonrisas estúpidas, anda.
Pese a lo que decía Tom, Alison sabía que era ella quien tenía la razón en el asunto. Tom luchaba de manera increíble. Se movía con una agilidad insólita, atacando siempre a los puntos débiles del adversario: tobillos, rodillas, muñecas y cuello, y así se lo había enseñado a la chica en las muchas horas que habían pasando entrenando juntos en alguna sala de la Base. Para ella, Tom era su maestro en lo que a combate se refería, dijera lo que dijesen los que realmente ostentaban ese título dentro de aquella organización idhunita. Título que a ella le daba realmente igual, la verdad. Alison imitaba sus técnicas en la pelea lo mejor que sabía, deslizándose al ritmo de la espada en aquel baile que en otra circunstancia supondría la vida o la muerte, tal y como le habían dicho miles de veces desde que cruzó por primera ve la puerta de la Base. Pronto se desatará una guerra. Puedes vivir o morir. El resultado está en lo que aprendas hoy aquí, se repetía cada día que pisaba el suelo de alguna de las salas de entrenamiento. No todo era azar, ni suerte, sino maestría. La capacidad de saber hasta dónde es capaz de llegar tu cuerpo en momentos de máxima tensión, donde cada cosa está al límite. Ella desde luego, no pensaba morir. Había vivido engañada toda una vida, creyéndose alguien que no era por una mentira que le hicieron creer desde pequeña, y ahora que había descubierto la verdad latente no pensaba rendirse.
No, ahora no.
Era ese motivo el que la impulsaba a pelear cada día más duro, cada día más rápida, queriendo superarse una y otra vez. Si estallaba unan guerra tal y como había dicho una vez Ziessel ella sobreviviría, le pesase a quien le pesase. Por ello, había decidido entrenar al lado del mejor, aquel que a esas alturas ya estaba más que preparado. Y no encontró a otro mejor que Tom.
Tom era un muchacho alto, de anchas espaldas y complexión fuerte. No tenía más de veintidós años. Llevaba el pelo corto, de color miel oscura sin llegar a ser castaño, siempre bien peinado y brindaba con una sonrisa a todo aquel que se la mereciera. Era algo fanfarrón, indudablemente, y gracioso, pero luchaba como si en el instante en el que nació lo hubiese echo aferrando su mano un arma. Era todo un espectáculo verlo en acción sobre el terreno de simulación holográfica. Se deslizaba de aquí a allá tan rápido que costaba seguir la ruta que trazaba el filo de su espada en el aire. Aunque eso no era nada en un principio. En el momento que Tom observaba que las condiciones del entrenamiento no le eran favorables, que no podía seguir con soltura aquello, era entonces cuando ocurría.
Apenas instante y...
Se transformaba.
El cambio apenas se obraba en tres segundos. Entonces, eso sí que era luchar. La primera vez que Eva lo vio creyó que aquello era irreal, aunque estaba realmente equivocada. Tom era realmente un szish, una criatura del Séptimo dios cuya destreza y habilidad lo había posicionado entre los mejores de la base a pesar de su corta edad. No era un híbrido como Kirtash o su madre,Victoria. Él era un szish puro cuyo secreto se ocultaba de las miradas curiosas de humanos bajo una apariencia similar gracias a un extraño amuleto que siempre pendía de su cuello y sobre el cual pesaba un conjuro de transformación temporal creado por uno de los magos que allí residían.
He comido hace poco. —Volvió a replicar ella—. No tengo ganas.
Las peleas no vienen cuando uno lo desea, Eva. Las guerras tampoco.
La muchacha se quedó un poco más regazada ate ese comentario imprevisto. Ya no era la respuesta en sí, ya que al fin y al cabo, apenas decía nada. Pero los que sabían un poco de la reciente historia idhunita sabían a lo que se refería el szish.
Las guerras nunca acontecían cuando uno lo deseaba.
Con la boca cerrada, se mantuvo callada hasta que llegaron frente a la sala seis. Dentro, dos grupos de tres miembros practicaban con nuevas armas forjadas por los herreros que allí residían. Sí, la Base estaba bien administrada. Todos los que habían huido de Idhún de manera silenciosa cumplían allí diversos cargos dependiendo de en qué aspecto destacasen, luchasen mejor o peor, tuviesen una oratoria más o menos buena. Aquello daba igual. Eran pocos, y debían servir a la causa, a pesar de las recientes incorporaciones de algunos humanos. Varios de la base no entendieron aquello hasta que la líder, Ziessel, lo explicó con más precisión y cautela. Por resumirlo de manera básica, había embaucado sólo aquellos en cuyos ojos había atisbado el ansia de poder y las ganas de llegar a ser alguien importante en esta vida. Estaban desesperados, locos por servir en lo que fuese, había dicho, y habían sido tan estúpidos de caer en la trampa que ella, habilidosa con las cartas que el destino le había proporcionado los había acabado convenciendo de que el mejor camino era servirla y a su cada vez más prospero propósito.
Ellos no habían dudado. También es que aunque lo hubiesen querido, no habrían podido. Las influencias de un shek eran demasiado notorias para ellos, simples humanos, con el cerebro y la comprensión de un insecto, según había acabado anunciando los suaves labios de Ziessel. Los mismos que se curvaron en una sonrisa al ver a Eva.
Te estaba esperando —dijo, haciendo caso omiso a su acompañante masculino—. ¿Cómo estás, pequeña?
Se encogió de hombros ante la pregunta.
Bien. Como siempre, supongo.
Me alegro. Te he llamado para que probases las nuevas armas que había forjado nuestro herrero. Son más ligeras pero igual de resistente que las anteriores —comentó mientras recogía del suelo una vaina de cuero finamente labrada. Volviéndose hacia ella, se la entregó en las manos—. Y he pedido que forjasen una especialmente para ti, Eva.
El tono casi meloso que empleó Ziessel en la ultima frase hizo que muchos se volviesen descaradamente hacia el pequeño grupo, embelesados, y hasta se podría decir que hipnotizados por sus palabras. Era increíble el poder que ostentaba esa mujer ya que sin necesidad ninguna de tener el poder de un dios podía y hacía que muchos diesen la vida por ella con tan sólo pedirlo.
Eva sacudió la cabeza un instante y asintió.
Gracias, Ziessel.
No hacia falta ser muy inteligente para darse cuenta de que Eva era la niña favorita de todos los que allí residían. Desde que cruzó las puertas de la organización, la antigua shek se había volcado totalmente en satisfacer sus deseos y apetencias, incluso ateponiéndose a veces a ellos. Todo con el propósito de tenerla contenta.
De tener a la hija del shek y del unicornio, contenta.
La mujer pareció sonreírle en la brevedad de un segundo y cuando dirigió la mirada hacia su acompañante volvía a tener la expresión tan pétrea como siempre.
Tú —pronuncio refiriéndose a Tom—. Prueba las nuevas armas. Ya.
Sin mostrarse contrario a lo que le habían ordenado, asintió con una leve inclinación de la cabeza y cogiendo más allá una lanza con punta de madera, se adelantó a la pista de entrenamiento donde le aguardaban dos humanos. Eva no pronunció palabra. Se limitó a seguirlo con la mirada, viendo cómo segundos después comenzaba a pelear contra sus oponentes.
Hubo un momento de silencio bastante incómodo para la muchacha, pero no se atrevió a romperlo.
Tu compañero sabe lo que hace en los entrenamientos —empezó finalmente Ziessel—. No pelea mal... para ser un szish.
No. Nada mal —se limitó a responder—. Me gustaría saber pelear como él.
Esa respuesta pareció extrañar a la reina.
¿Para qué quieres parecerte a un simple szish cuando puedes aspirar a un shek?
No lo sé —se limitó a encogerse de hombros—. Hay belleza en los szish. Para mí más que la que posee un shek.
Si fueses uno no dirías semejantes tonterías, niña. Son las criaturas más bellas de Idhún y las más inteligentes de todas las razas que habitan tanto la tierra como el cielo —asintió orgullosa.
En mi opinión creo que los szish están infravalorados —volvió a recapitular la muchacha—. Son muy fuertes, inteligentes y habilidosos —asintió esta vez Eva, pero sin mirarla—. Lo que ocurre es que nunca los sheks habéis permitido que lo demuestren. Ah, perdona... Que tú ya no eres un shek.
Ziessel la miró con rabia mal contenida pero Eva no levantó la vista. Sabiendo el duro golpe que le había asestado a su orgullo, dio media vuelta sobre sus talones y con la espada en mano, salió de la estancia.
En el tiempo que llevaba ahí su visión del mundo idhunita había variado ligeramente. Su favoritismo, pese a la parentesco, se había declinado de los sheks a los szish. Quizá por influencia de Tom o de Ziessel, ya no veía a las míticas criaturas aladas tan impresionantes como antaño. Podían ser grandes, altivas e increíblemente inteligentes sin mencionar los poderes telepáticos que tenían, sí. No se podía obviar el hecho de que el Séptimo los había agraciado con grandes dones, pero ella había visto más humanidad no en esas criaturas, sino en los ojos irisados de otra criatura: los szish. Tom le había hecho ver el mundo desde una perspectiva diferente y ya no sólo eso, sino que se había acercado a hablar con ella cuando los demás simplemente seguían con sus vidas. Comparando a Ziessel con Tom, la reina era altiva, fría y distante, con algunas cualidades que Eva deseaba poseer algún día, sí, pero Tom era gracioso, cercano y el único de todo el sitio al que podía llamar realmente amigo.

5 comentarios :

  1. y el resto de la historia?? que paso con Jack???

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  2. buuff.. que ganas tenía ya de leer un nuevo capítulo, me esta gustando muchísimo de verdad. Sigue así por favor Kiara :3

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  3. por cierto tienes alguna idea para el nombre shek de Tom?

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  4. holaaa, que ganas tenia ya de leer un nuevo capítulo, me está encantando de verdad, sigue así por favor. Por cierto ya sabes que nombre shek va a tener Tom?

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