lunes, 25 de diciembre de 2000

Capítulo 10 - En los suburbios de Nueva York. Parte II

Cuando Alison creyó que lo tenía todo preparado, apagó la pantalla del ordenador y bajó a la cocina en busca de algo de comer, aun malhumorada. Y conociéndose como se conocía, dicho enfado le duraría aun días, y esta vez no pensaba dar su brazo a torcer, a diferencia de veces anteriores. Sabía que no debía ser ella quien se retractase, quien agachase la cabeza con un lo siento en los labios, sino su padre. Bueno... “Padre”, pensó ella amargamente cuando encendió las luces de la cocina y buscó en los armarios algo dulce que llevarse a la boca. En verdad no se parecía nada, absolutamente en nada a él. Su madre le había repetido innumerables veces que ella, es decir, Alison había salido a ella, y en cierto sentido tenía algo de razón, puesto se asemejaba muchísimo a Christian, su tío.
Se untó una tostada con mantequilla, le echó por encima miel y le dio un bocado. Aquello sabía a gloria, y era lo mejor que se había podido preparar con las existencias de la cocina.
Suspiró de nuevo y un sonido la puso en tensión: el ruido de pasos bajando por las escaleras.
Habría jurado que estaba sola, ya que había menos de media hora había oído a su madre salir de la casa, pero cómo no, se había olvidado del plasta y rubio de su insufrible hermano.
Erik se asomó a la cocina, y de forma extraña, no sonrió al verla como siempre hacía. Al contrario, estaba muy serio. Demasiado.
―¿Se puede saber con quién vas a reunirte mañana? ―Soltó de repente.
Alison se quedó de piedra.
―¿Q-Qué?
―No te hagas la ilusa, Ali-58 ―pronunció despacio, muy serio y levantó un papel blanco con una fecha y una hora en concreto.
El semblante de la chica pasó de ser del asombro repentino al más puro odio.
―¿De qué vas, tío? ―Dijo con rabia en la voz. Fue hasta su lado y rápida como el rayo, le arrancó el papel de las manos del chico. Echó a andar a grandes zancadas de nuevo hacia su cuarto.
―No, de qué vas tú, Ali. Sabes lo que dice papá de fiarse de desconocidos. Lo sabes perfectamente.
La muchacha se detuvo en mitad de la escalera. Volvió levemente la cabeza.
―Papá... Ése hombre no es mi padre ―susurró en un murmullo tan frío como el hielo―... ¡Así que déjame en paz!
Corrió el último tramo de escaleras que le quedaba y volvió a entrar en su dormitorio, cerrando la puerta tras ella de un portazo. Sabía que lo que había dicho no era verdad pero... Era lo que sentía en aquellos momentos.
El silencio más absoluto reinó en la casa aproximadamente diez segundos antes de que Erik suspirase cansado. Comprendía la actitud de Alison y no entendía cómo su padre no era más atento con ella.
Negando en silencio con la cabeza, se colocó los cascos que llevaba al cuello y encendió el reproductor de música del móvil, evadiéndose de todos los problemas que tenía aquella tarde aunque fuera al menos por un par de minutos, lo que duraba aquella canción en particular. Fue hasta el sofá, dejándose caer en él y clavó la mirada en el techo. Alison... Ella era desconfianza por naturaleza. Nadie le había hecho nunca nada lo semejantemente digno de mención como para que la chica tuviese semejante desconfianza en los demás. Por ese mismo motivo tenía la absoluta certeza de que no iría a ese encuentro entre esa chica y la tal Denise, así que ¿por qué decírselo a su madre? Mejor se callaba y no le decía nada, que bastante tenía Victoria ya con la reciente bipolaridad de su padre.
Resopló, moviendo un pie al ritmo de la batería que llevaba la melodía de la canción que resonaba fuerte en sus cascos rojos imaginándose que él era el cantante de su amado grupo de música.





Jack caminaba solo por una de las calles de las afueras de Nueva York. Las manos reposaban en los bolsillos de su cazadora, que lo protegía débilmente del frío que azotaba la ciudad. Tenían encima prácticamente el invierno y se podía notar con perfecta claridad. Suspiró, y el aire que exhalaron sus pulmones no fue otra cosa más que vaho. Se preguntó por qué había obedecido ante su idea absurda de aparcar el coche, bajarse y, caminar. Pero ahora que lo pensaba, ¿caminar a dónde? Porque en aquella zona no había estado en su vida.
A cualquier lugar que me haga olvidar, pensó para sí mismo, cabizbajo.
Su vida últimamente no era la mejor. Al contrario. Notaba que a medida que pasaban los días se hundía mas y más como un día lo hizo el Titanic.
La calle estaba prácticamente desierta. Apenas un transeúnte o dos cruzaban sus empedrados, abrigados hasta las orejas. El muchacho los miró débilmente, sin aumentar un ápice la velocidad de sus pasos. Y debería hacerlo, puesto que empezaba a notar cómo se le entumecían los pies. Hacía realmente un frío glacial...
En ese momento, cuando iba a cruzar una calle, algo le llamó la atención al final de un callejón, algo naranja. Fijó su mirada y... Se quedó sorprendido.
En lo más hondo de aquel recodo de la calle un anaranjado decolorado rezaba una sola palabra: Bar. ¿Era posible? ¿Quién en su sano juicio iba a poner un bar en ese preciso lugar donde seguro que ni llegaba la luz del día? Jack se inclinó un poco sobre su pie derecho para comprobar que bajo aquel cartel luminoso había una puerta y sí, allí estaba. Y poco más adelante dos ventanas.
Suspiró. No perdía nada por entrar...
Lentamente se encaminó para aquel lugar que realmente le parecía irreal. Tuvo que esquivar un par de charcos que se habían formado a causa de la lluvia y del horrible estado de la superficie del callejón. Cuando llegó a la puerta la examinó sin ganas y entró.
Estaba claro que ese bar había visto mejores tiempos.
―Y tanto... ―murmuro para sí Jack.
Era un sitio oscuro a la par que pequeño. Las paredes eran de tablones de madera envejecida no se sabe si por el tiempo o es que ya venían con ese color de fábrica. Media docena de mesas ralladas y sucias se repartían por el habitáculo. Sólo había una de ellas, situada en un rincón, que estaba ocupada por cuatro hombres que hablaban de sus asuntos en voz baja frente a una jarra de cerveza cada uno. A la derecha de la puerta se extendía hacia la pared del frente una barra, donde tras ella estaba el barman, un hombre ojeroso y calvo, con los ojos hundidos y la nariz ancha, que limpiaba una jarra con un trapo gris del uso. Y sentado en la barra sólo había...
Una chica. No se le veía la cara ya que su pelo cubría como una cortina su perfil derecho. Jack pasó la mirada de nuevo al camarero y vio que lo estaba mirando fijamente, a la espera de ver qué hacía él. Jack suspiró y caminó hasta las sillas de la barra, sentándose a la izquierda de la chica, a un metro o más sin querer incomodarla.
El barman se plantó delante de él.
―Un bourbon. Doble ―pidió Jack.
Sin decir una palabra, el regente de aquel antro se lo preparó en menos de dos minutos, poniéndoselo sobre la superficie enmarmolada de la barra. El muchacho se llevó el vaso a los labios y dio un largo trago, notando satisfecho cómo el brebaje corría por su garganta, dejando ese fuerte regusto a alcohol en su boca.


Sus ojos eran grandes y oscuros como al madera de roble, con las pupilas tan negras como el propio azabache. Sus largas pestañas negras culminaban sus ojos. Sobre su piel destacaban sus labios carnosos y rosados. Realmente parecían haber sido sacados de la mano de un virtuoso artista puesto que eran realmente hermosos, bien delineados sobre la piel. Todo su rostro estaba enmarcado por una media melena oscura a la vez, que le caía con suavidad por la espalda hasta aproximadamente cuatro palmos por debajo de los hombros. Su cabello tenía un aspecto sedoso al tacto que, posiblemente a plena luz del día debía brillar casi con luz propia, ya que la poca luminosidad que había en aquel antro destellaba sobre el pelo. Las puntas de los mechones se curvaban ligeramente hacia lados distintos, y sobre su frente le caía un flequillo que estaba ladeado hacia la izquierda.
Jack se movió un poco para verla mejor.
Debía de ser como quince años menor que él, por lo que calculó que la chica debía de tener menos de veinte años, pero aun así no podía dejar de mirarla. Era como si lo atrajese hacia ella, como si de una atracción animal se tratase.
Jack sacudió levemente la cabeza.
Aquello jamás le había pasado, ni siquiera con Victoria. ¿Porqué con aquella desconocida sí? ¿Qué tenía aquella muchacha que lo atraía tanto? ¿Qué le estaba pasando?
Tragó saliva, nervioso y comprobó que tenía la garganta seca. Se pasó la lengua por los labios, dispuesto a pedir otro bourbon doble cuando algo captó su atención: Uno de los hombres que estaban sentados unas mesas más allá, se levantó y se dirigió hacia la barra. Estaba completamente ebrio, de pies a cabeza. Jack no tardó en notarlo porque se tambaleaba peligrosamente a cada paso que daba. Llegando como pudo, se apoyó sobre el mármol de la barra, justo a escasos centímetros de la chica, a su derecha.
—¿Qué hace una muñeca como tú en un sitio como éste? —inquirió el hombre, intentando camuflar su ruda y torpe voz.
Jack observando la escena por el rabillo del ojo. La chica no respondió. Siguió mirando el vaso que tenía delante, sin inmutarse siquiera. Pero aquel hombre grasiento no se conformó con su silencio.
—Has venido aquí solita, ¿eh? —miró a los lados, haciendo como que comprobaba el estado civil de la chica—. ¿Te parecería venir a pasar un buen rato con nosotros? Te trataremos bien, preciosa.
Los amigos de aquella mole se rieron por lo bajo desde la mesa. Todos tenían el mismo aspecto que su amigo. Sin duda, tenían ganas de compañía femenina y habían tomado a la chica por una prostituta. Jack volvió la vista al camarero, pero descubrió con asombro que se había largado del lugar. No le interesaban lo más mínimo asuntos de aquel tipo, y no iba a ser el que se iba a interponer entre aquella mole de grasa y lo que pretendía conseguir.
—Déjame —murmuró la chica.
Jack miró un poco mejor la escena, sintiendo como todos sus musculo se colocaban en tensión, inconscientemente. Aquello podría acabar muy mal. ¿Cómo se le ocurría a una chica como ella adentrarse en un sitio como aquél en pleno Nueva York? ¿Sería extranjera? No lo sabía con exactitud, aunque Jack no percibió ningún acento extraño en su voz. No, era de la Gran Manzana.
El hombre volvió a la carga.
—Anda —se acercó un poco más a ella—. Ven con nosotros, que te vamos a hacer cosas que te encantarán, muñeca.
La muchacha no se movió siquiera.
—Si me vuelves a llamar muñeca te rompo las dos piernas —le lanzó una mirada llena de odio por encima de su hombro.
Jack la miró, incrédulo ante lo que acababa de escuchar. ¡Si sólo era una muchacha! ¿Cómo iba a enfrentarse a semejante hombre?
La expresión del rostro de aquel tipo cambió completamente.
—¿Qué has dicho, niñata? —La agarró del brazo con violencia.
No le dio tiempo ha decir nada más. Una mano tocó varias veces el hombro, con insistencia. El americano grasiento se volvió, molesto hasta la médula por la interrupción.
—Deberías dejar a la chica —murmuró Jack, encarándose a él. Estaba de pie, a su lado, notando cómo a cada fibra de su cuerpo le empezaba a llegar en grandes dosis la adrenalina suficiente para una pelea cuerpo a cuerpo. De ésa no salía sin emplear la fuerza.
—Vaya... No sabía que era tu novia —dijo pasándose la mano por la frente sudorosa.
Jack arrugó al nariz, desagradado. Apestaba a sudor de varios días y alcohol barato. Aun así, sabía perfectamente que un hombre ebrio era tres veces mucho más peligroso que uno que no había bebido, y más uno como aquél. El tipo pretendía tener una noche loca con la chica, tanto si quería ella como si no. Jack no dudaba que, si no intervenía, eran capaces él y sus gordos amigos de sacarla de allí por la fuerza y violarla en el mugriento callejón que daba al bar. Y por supuesto, el dueño del bar no movería un dedo al respecto.
La chica pareció mirarlo extrañada, pero Jack tenía los ojos puestos en otro punto.
—Creo que ya has bebido lo suficiente por hoy. Vete a casa a dormir la mona.
El hombre sonrió, socarrón.
—Mira niñato, lárgate de aquí si no quieres problemas y déjame a mí con mis asuntos —posó sus ojos en la muchacha.
Jack tuvo que hacer un esfuerzo colosal por no partirle la mandíbula. Se pasó la lengua por los labios.
—No quiero problemas, ¿entendido? Así que deja de molestarla.
—Ya me tienes hasta las narices, crío del demonio —soltó enfadado y lanzó su puño cerrado contra la cara de Jack, un movimiento que se lo había esperado todo este tiempo por lo que no le pillo desprevenido. En apenas milésimas de segundos, Jack se agachó, pasándole el puño por encima y golpeó con su codo en el vientre del hombre con toda la fuerza que pudo acumular. El tipo esbozó una mueca de dolor, tambaleandose sobre sus pies y cayó hacia atrás. En aquel momento, los amigos de éste se levantaron de la mesa, asombrados de que un muchacho de apenas diecinueve años hubiera tumbado a su colega. Jack los miró a todos fríamente, desafiándoles. Se mantuvieron quietos en sus sitios, de pie mirando al hombre del suelo, que no se movía.
Jack ladeo un poco la cabeza.
—Coge tus cosas y vámonos —ordenó serio a la chica sin apartar la vista del grupo de americanos.
La chica se quedó mirándolo apenas un par de segundos, aun sorprendida, pero asintió, agarrando su abrigo a la vez que bajaba del taburete. Se situó detrás de él. Todo iba bien, por ahora. Jack le puso una mano en la espada con firmeza y comenzó a andar hacia la puerta. Pero no habían dado ni cuatro pasos cuando uno de los hombres se movió hacia ellos, cortándoles el paso. Aunque fue el único, y con razón. No había cerrado todavía la mano cuando el puño de Jack lo impactó de lleno en la cara, tirándolo a un lado de la puerta.
Jadeando muy débilmente, volvió la cabeza.
—¿Alguno más? —Alzó la voz atravesando con la mirada a los que quedaban. Silencio. Se había deshecho de dos con absoluta facilidad y no le importaba enfrentarse a los que quedaban, aunque sabia perfectamente que visto lo visto, no se acercarían a él. Y así fue. Ninguno de los hombres se movió ni un milímetro.
Una mano tiró de su chaqueta. Jack volvió la vista y vio que la muchacha lo miraba preocupada. Como si lo sacasen de un hechizo asintió en silencio. Alargó la mano hacia el pomo de la puerta abriéndola. La chica salió la primera y Jack la siguió, desapareciendo de aquel lugar salido de la peor película de borrachos. El frío de la calle no les pilló tan desprevenidos. La chica se subió la cremallera, abrochándose el abrigo. Jack sacudió la mano con la que había golpeado al hombre ahora algo dolorido por el impacto. Verlo en películas era muy diferente a probarlo tú mismo.
Se giró para mirar a la chica y descubrió sorprendido que ella tenía sus ojos puestos en los de él.
—Gracias...—murmuró bajo.
—No... no hay de qué —dijo él apenas en un susurro. Estaba ensimismado mirándola. A pesar de la poca iluminación del callejón podía ver que sus ojos oscuros eran tan profundos como el propio océano.
La chica se frotó un poco las manos.
—Bueno... Pues gracias y adiós —dijo dándose la vuelta y echando a andar.
Jack sacudió la cabeza y fue tras ella.
—¡Hey! ¡Espera! —Exclamó llegando hasta su lado. Le posó una mano en el hombro para que ese detuviera y ante sus ojos, la chica se lo sacó de encima.
—Mira, te he dicho que gracias, ¿vale? Así que déjalo, tío —murmuró molesta y siguió andando.
—¿Tú has visto la clase de tíos que había ahí dentro? —Dijo cortándole el paso.
—Por si no lo has visto, yo también estaba allí dentro.
—¿A dónde vas? —Inquirió Jack. Sabía que no era de su incumbencia pero aun así se veía en la obligación de preguntarle.
—A mi casa. A dónde si no, pedazo de idiota.
Menudos humos tenía la chica...
—Espera espera, ¿andando?
—¿Ves alguna moto por aquí cerca? —Dijo abriendo mucho los ojos, haciendo notar que no había ninguna.
—No... —Reconoció el chico.
—Pues será porque no tengo, así que sí, me voy andando. Adiós.
Lo esquivó con una agilidad insultante y torció la esquina. Jack se quedó ensimismado un par de segundos hasta que sacudió la cabeza y la siguió.
―Oye mira, sólo intento ser amable, ¿vale?
La chica resopló, empezando a hartarse de la situación.
―Guay, pues ahórrate esa amabilidad tuya. Me conozco a los tipos como tú. Veis una nena, os hacéis los fuertes sacándola de apuros para que luego se lancen a vuestros brazos, ¿verdad? Pues mira tío, eso no va a resultar conmigo porq...
No le dio tiempo a decir nada más ya que de pronto se encontró que el joven rubio que la seguía le había cortado el paso levantando una mano donde, en uno de sus dedos había...
Un anillo de compromiso.
La chica pasó la mirada del objeto a sus ojos.
―¿Lo ves? ―Empezó Jack―. Estoy casado. Amo a mi mujer y no quiero nada contigo. No cómo te piensas. Solo me he ofrecido a llevarte a tu casa porque después de lo que ha pasado ahí dentro temo por ti, ¿queda claro?
La chica parpadeó sorprendida. Asintió débilmente con la cabeza.
―V-Vale... Pero si intentas algo, yo...
―Y dale con el tema... ―resopló―. A ver. Mi coche está allí ―señaló un descampado junto a un edificio a tan sólo un par de manzanas de donde estaban.
Y sin decir nada más, se metió las manos en los bolsillos y echó a andar hacia allá. A los pocos segundos oyó los pasos apresurados que se acercaban hasta él de la chica de la cual todavía no conocía el nombre, se percató. Ella se puso a su lado con las manos en los bolsillos, sin decir una palabra.
Jack la observó durante apenas dos segundos antes de decir:
―Me llamo Jack. ¿Y tú eres...?
―Nicole ―se presentó bajito.
―Encantado ―sonrió Jack.
Bueno, ya sabía algo más de la chica y tenía claro que si no hubiera sido porque él se había presentado el primero dudaba que lo hubiese hecho la chica, la verdad. Caminaron al amparo de la fría noche por la calle desierta, donde no se veía ni un alma hasta que llegaron al descampado. Un par de coches se distribuían aquí y allá por encima de la superficie de tierra. Una triste farola alumbraba parte del lugar. Jack abrió el coche a distancia, cuyas luces parpadearon un instante y entró en el sitio del conductor. En el momento en el que Nicole entró también a su lado el coche se arrancó, saliendo del aquel lugar.
―Bueno, tú indicas dónde te dejo.
―Sí, vale... Ve por esta calle hasta el fondo y después la segunda salida a la derecha ―indicó señalando el lugar.
El chico asintió, obedeciendo lo que le había dicho la chica. Puso la calefacción para que no tuviera frío. Frío lo tendía ella en todo caso porque él, con su sangre de dragón recorriéndole las venas estaba muy cómodo.
Durante el trayecto, su acompañante no dijo ni una palabra. Se limitó a permanecer callada, mirando por la ventana de su derecha observando los edificios sumidos en la penumbra que iban quedando tras ellos a su paso. A saber qué pensaría, se dijo Jack para sí mismo. Le había sorprendido enormemente lo que la chica le había soltado a la salida del bar. ¿Cómo había podido pensar que él la acercaría a su casa a... A cambio de éso? ¿De...sexo? Negó rápidamente quitándose de encima semejantes pensamientos. El coche se internó en ese momento en una calle que parecía algo más residencial que las demás. Iluminada con farolas y edificios señoriales de suave color arena, era en cierto modo bastante bonita a lo que acostumbraba a ver el chico habitualmente.
―Es aquí ―dijo de repente, señalando un edificio cuya entrada estaba iluminada por un halógeno.
―El 215, ¿no? ―Inquirió mirando donde indicaba ella.
―Sí, ése mismo.
Jack asintió, reduciendo notablemente la velocidad del coche hasta aparcar justo enfrente del portal. Apagó el motor y salieron del coche, abrigándose ante el frío invernal que reinaba en la calle. Si Jack se había bajado del automóvil era por una razón. No porque quisiera pasar a la casa de la chica ni porque le interesase ella. En absoluto. Simplemente porque hacer eso lo veía como un gesto de buena educación. Acompañar a la chica hasta la puerta, aun cuando no tenía ninguna intención para con ella...
Se encogió de hombros con las manos en los bolsillos y la acompañó hasta la puerta. Nicole subió el par de escalones que habían, volviéndose hacia él.
Y por primera vez... Sonrió. Fue una sonrisa vaga y pequeña, pero realmente hermosa para Jack.
―Muchas gracias por acompañarme hasta aquí. ―Susurró bajito, en algo que, de haber más gente sólo lo habrían escuchado ambos.
―No me lo agradezcas. Era lo mínimo que podía hacer por ti. ―Respondió amable el chico desde abajo.
Nicole asintió, sacó una llave de su abrigo y abrió la puerta de la entrada.
―Adiós Jack ―lo miró por última vez antes de entrar, cerrando tras ella.
El muchacho se quedó frente a la puerta, viendo la sombra de ella difuminada por los visillos interiores de la puerta alejarse hacia donde supuso que estarían los ascensores. Respiró hondo, exhalando una nube de vaho que se disolvió en el aire. Lanzó una mirada al cielo oscuro. No habían apenas estrellas, sino que daba la sensación de que alguien había extendido un manto oscuro sobre el cielo. Jack negó ante la idea tan absurda como infantil de que alguien había tapado el cielo y regreso lentamente al coche. Abrió la puerta, encendiéndose la pequeña luz del piloto y entró. Se acomodó en el mullido asiento de su Land Rover, cerrando después.
―Condenada lucecita... ―murmuró apagándola manualmente.
Y se quedó allí, callado, pensativo, con la mirada perdida en algún punto de la calle que se abría delante de él sobre lo que tenía que hacer ahora.
Qué hacer... La había tenido muy gorda con Victoria, habiendo ido más allá esta vez con la repentina salida de él de la casa. Suspiró. Debía empezar a controlar su mal genio y aprender a no pagarlo con su familia, con la gente que le importaba y se preocupaba por él.
Decidido. Ahora volvería a casa, se disculparía con Victoria, rectificaría sus últimos errores que empezaban a acumularse y así todo volvería a ser como antes. Sonrió imaginando que su vida retornaría a su cauce anterior. Respiró hondo y... Un momento. En el coche... había un olor extraño. Era tenue, débil, pero apreciable. No era suyo, ni de sus hijos, al igual que tampoco era el perfume de Nicole. ¿Pero entonces?
Jack se puso en tensión.
―Espera...
Todo ocurrió muy deprisa. Una mano se interpuso por delante de él tapándole parte de la cara y lo atrajo con violencia hacia atrás, inmovilizándolo contra el reposacabezas. Jack sabía lo que era aquello y aguantó la respiración mientras maniataba nervioso contra su atacante, intentando desasirse. Pero todo lo que hizo fue en vano. Poco a poco, fue perdiendo la conciencia. Intentó por última vez, ya con las pocas fuerzas que le quedaban separar el brazo que le aprisionaba contra el asiento... Sin ningún resultado.
La vista se le nubló por completo, cayéndole los brazos a ambos lados, inconsciente.

El dragón había sido derrotado.

23 comentarios :

  1. Ooooh por favor no nos dejes con la intriga mucho tiempo!! Estoy deseando leer el siguiente capítulo ^-^

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  2. holaa :) es la primera vez que comento pero me gustan un montón tus capítulos espero que escribas el siguiente porque me has dejado muy intrigada :) Ps eso que sigas escribiendo que están genial

    Besoos :)

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  3. Una preguntita cada cuanto tiwmpo esceibes estos capituloos? Escribid yaaaaa porfii

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  4. Sigue escribiendo, se te da genial!

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  5. escribe maaas k tardas muxo estoy muy impaciente pliss

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  6. Me ha encantado, termina el siguiente pronto que no me puedo esperar!!

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  7. No termines nunca con esto jajajaja fue como recobrar esperanza de leer algo bueno, tenes las mejores ideasssssss :')
    No te tardes para el próximo, te quiero ah jajaj

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  8. escribeeeee no nos dejes con la intrigaa, por cieerto me encanta como escribes!!

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  9. Por favoor es sigue escribiendo que llevas meses! y me has dejado muy intrigada :S Besoos (:

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  10. No aguanto masss la espera, estoy desesperada! jajaja

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  11. por favor kiara sigue escribiendoooo

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  12. Me encanta como escribes
    Por favor escribe otro capítulo que me has dejado muy intrigada!!

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  13. please necesito el siguiente capitulo ya! ¿quien ha atacado a jack? estoy super intrigada y espero que no pase nada malo porque jack es mi personaje favorito.Pobre lo que tiene que sufrir:( En resumen espero muy impaciente el próximo capitulo porque ME ENCANTA de veras:):):)

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  14. Pooooorfavooooor escriiiiiveeee!

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  15. Por favor sigue escribiendo cada día miro haber si as escrito!!! Puede que haya muchas faltas porque mi idioma no es el español... pero en fin, solo querría decir que me encantan tus capítulos!! Ya me gustaría escribir como tuuu!!!! :D ;D Por favor no tardes mucho en escribir el siguiente!!!!!!!

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  16. Pero no me dejes así chica! XD porfa sube pronto el próximo

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  17. Escribeeeee han pasado 14 años .puedes escribir.es mas estas obligada a escribir

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  18. Escribe.estas obligada a escribir .por Yandrak y Christian ....

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  19. Que bien escribes :)
    Sube uno pronto porfa que hace mucho qur no lo haces.

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  20. Buenas seguidores-comentadores :D

    Quiero deciros que el capítulo ya está colgado y que siento mucho la espera que os he echo pasar. Pero ya lo tenéis ;)
    Disfrutadlo y que las tres lunas os guíen

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  21. Guay mola mucho. Pero ni se te ocurra poner a jack como el típico tío q desahoga las penas en el bar ehh😒 por lo demás 👌

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