Capítulo
Especial de Navidad
El
perfecto disfraz
Era la tarde del quince de
Diciembre cuando una vez femenina resonó por la casa:
―Erik. ¡Erik!
La voz de Alison se alzó por toda
la casa. Unos pasos sonaron a toda velocidad por las escaleras y pocos segundos
después apareció la muchacha en la entrada. Miró a ambos lados y con una mueca
de disgusto entró en el salón, desde donde llegaba unas voces apagadas. Entró a
pasos agigantados y divisó unos mechones rubios que sobresalían de uno de los
sillones del salón. Delante de él, la televisión estaba encendida. Estaba
viendo una comedia que habían estrenado hace poco. La chimenea estaba
encendida, con un buen fuego dentro de ella que chisporroteaba al quemar la
savia de los leños. Alison avanzó unos pocos metros hasta situarse de espaldas
a la televisión.
―Tú ―dijo.
Los ojos de Erik se posaron en
Alison, perezosos. Estaba mal sentado en el sillón, con una pierna por encima
del reposa-brazos. Llevaba una sudadera verde y unos vaqueros, junto con sus
habituales deportivas azules.
―¿Y ahora qué es lo que quieres,
Alison? ―Respondió sin mucho interés.
―Necesito que me ayudes.
El chico no se movió. Alison
aguardó unos instantes e impaciente, agarró el mando de la tele y la apagó.
Ahora sí que Erik se movió.
―¡Hey!
―Parece que sólo reaccionas
cuando te apagan la tele.
Erik refunfuñó y se sentó bien.
―Vamos a ver, ¿qué pasa?
La muchacha acercó una silla
hasta donde estaba su hermano y se sentó frente a él.
―Mira esto.
Y le enseñó un trozo de papel que
llevaba escondido en la manga de su jersey morado. Erik desdobló lentamente el
papel y vio un anuncio del instituto. Con vistosas letras rojas sobre un fondo
negro se podía leer: XXII Concurso de Navidad. El mejor disfraz ganará el
premio del año.
―Vale, ¿y?
―Voy a participar en el concurso
y necesito tu ayuda.
―¿Mi ayuda?¿Para qué?
―Verás, este año el tema del
concurso de Navidad es mitológico. Es decir, que hay que ir vestidos de algo
mitológico, como un minotauro o un grifo para ganar el concurso ―aclaró―. A su vez, hay dos modalidades: individual y
en pareja. Yo quiero concursar en pareja, y por eso te necesito.
Erik pareció no captar la idea al
principio, pero luego abrió mucho los ojos, arqueando una ceja.
―¿Qué? Ah no, de eso nada. Yo no
quiero concursar. No, no y no.
Se levantó del sillón y dio media
vuelta para marcharse cuando la voz de Alison sonó detrás de él:
―El primer premio son cuatrocientos dólares en
efectivo.
Erik se paró de golpe. ¿Había
dicho cuatrocientos dólares? Volvió la cabeza lentamente.
―¿Cuánto has dicho?
―Cuatrocientos. Cuatrocientos
dólares, Erik ―sonrió la muchacha al notar que había captado toda la atención
de su hermano.
Habiéndoselo pensado mejor, Erik
recapacitó interiormente y volvió hasta donde había estado sentado momentos
antes. Era sabido dentro de la familia que Erik estaba ahorrando para comprarse
la nueva consola que habían sacado al mercado. Su padre, incentivado a la vez
por su madre, había acordado con el muchacho que se la compraría si a cambio
aprobaba todo el primer trimestre con notas de más de un notable. Pero las
cosas no le estaban yendo demasiado bien. La última nota de biología había sido
un suficiente raspado, y la de lengua no más de un seis con dos décimas.
Siempre podía apretar más en las notas, ya que aún estaban a finales de
Diciembre y todavía quedaban los exámenes finales, pero el chico lo veía todo
muy negro en cuando a sus notas finales, por lo que las esperanzas de que su
padre le comprase la consola iban disminuyendo a medida que pasaban los días.
Siempre, claro está, tenía la opción de comprárselo él mismo con sus ahorros,
pero aún le faltaban cerca de ciento veinte dólares para poder ir con una
sonrisa en la cara a la tienda de videojuegos. Que dijesen justo en aquel
momento que podía ganar doscientos dólares sin apenas mover un dedo era como un
regalo de los dioses.
Su cara era de pura atención.
―Vale, te ayudaré, pero ¿de qué
vamos a ir disfrazados?
Alison sonrió.
―El tema es mitológico ―explicó―.
Mitología se refiere a los seres sobrenaturales de una cultura determinada.
Según me ha dicho la profesora del taller de teatro, podemos elegir el ser
mitológico que nosotros queramos. Es decir, que puede ser un minotauro, una
hidra o incluso un dragón.
―Sí, eso está muy bien. El
problema es que estamos a... ―miró su reloj― quince de Diciembre. Dentro de
siete días es el concurso de Navidad. ¿Tú crees que nos va a dar tiempo a
hacernos los disfraces?
―Eso ya lo tengo solucionado.
Erik se quedó extrañado.
¿Solucionado? Para concursar, uno de los requisitos fundamentales era haber
creado el disfraz tú mismo. Sino, ¿qué mérito tenía el ir disfrazado? Era ya
quince de Diciembre. Si tenían que crear dos disfraces para ellos no les daría
tiempo, y más si debían ir al instituto todas las mañanas. ¿Cómo entonces
quería Alison participar en el concurso?
―No pongas esa cara de tonto
―soltó la chica―. He hablado con mamá y nos va a ayudar.
―¿Ayudar? Entonces quizás sí que
nos puede dar tiempo a hacer los trajes.
―Nos da tiempo. Lo he calculado
todo: mamá cose por la mañana, y cuando volvamos nosotros del insti la ayudamos
también, y más o menos en cuatro días los tenemos listos.
―¿Ya lo has calculado todo? Jope
Alison, cómo eres...
―Es que no tenía nada que hacer
―sonrió.
―Una cosa: el dinero nos lo
repartimos a medias, ¿verdad?
―Sí, supongo que es lo más
justo... Aunque yo debería llevarme más beneficio por tener la idea...
―De eso nada, Alison. Sin mí no
consigues el súper premio, y lo sabes.
Alison lo miró, sopesando las
posibilidades.
―¿Doscientos para cada uno?
―Me parece bien ―sonrió el
muchacho. Le tendió la mano y su hermana se la estrechó.
―Bien, ahora que el asunto del
dinero está solucionado, ¿cuál va a ser el disfraz?
―Tengo un par de ideas en mi habitación.
¿Vienes a verlas?
―Vale...
La chica se levantó de la silla y
caminó hacia la entrada de la casa. Erik suspiró largamente e imitando a
Alison, fue tras ella.
―Oye ¿dónde están todos?
―Mamá se ha ido con papá a
comprarle una camisa, en contra de la voluntad de papá, claro.
Los dos estallaron en carcajadas.
Jack odiaba ir de compras, pero lo que odiaba más que nada en el mundo es que
se lo llevasen a comprar ropa, y más si era para él. Iba todo el rato
refunfuñando por lo bajo, con una cara de perros que asustaba. Quien lo viese
diría que parecía un cordero rumbo al matadero.
―Me imagino la cara de Jack.
Pobre...
Estalló en carcajadas.
―Sí, es lo que tiene ser marido
―sonrió la chica―. Suerte que Christian es soltero y no tiene que obedecer a
nadie.
―Algún día conocerá a alguien,
Alison, y te tendrás que fastidiar cuando él la traiga a casa a cenar.
La muchacha se volvió y miró a
Erik desde lo alto de la escalera. Parecía mentira, pero una sombra de odio
apareció en sus ojos.
―Si ésa viene a mi casa juro que
no sale viva de aquí.
Alison odiaba esa idea, es más,
no quería ni hablar del tema. Christian lo era todo para ella. Era su tío, pero
además su ídolo y su amigo. Lo admiraba más que a nada en este mundo, porque
sólo él parecía comprenderla a la
perfección cuando nadie más lo hacía. Además era tan parecido a ella… Ambos
tenían el pelo castaño oscuro y los ojos azules, fríos como el hielo. Aunque
Alison tenía un color de azul niebla, el de Christian era azul puro, un azul
tan frío como lo sería el hielo, y eso a ella le fascinaba. Aprovechaba
cualquier momento a solas con él para poder perderse en esos ojos que le
atraían de manera magnética. Christian era soltero, y parecía que le gustaba
serlo. Desde que le conocía, no había oído hablar de ninguna novia o compañera
sentimental, aunque también podía darse el caso de que se lo hubiese callado.
Pero no. Alison sabía que no podía ser así. Conocía a Christian y sabía cómo
era, y tener un lío de una noche no parecía ir con él. Pero el problema estaba
en que su figura era toda una celebridad en los Estados Unidos. El icono de
Chris Tara era un icono de la música actual. Además, a esto había que añadirle
que la música que componía era muy buena, calándote cuando la escuchabas y,
sobre todo, que Christian era muy atractivo, e incluso sexy podría decirse. Ahí
estaba todo el problema, y Alison lo sabía. Christian pertenecía a la élite de
las celebridades en el país, y como famoso, lo invitarían en numerosas
ocasiones a fiestas increíbles donde, al igual que él, acudirían futbolistas,
actores, cantantes y cómo no, modelos. Las modelos eran unas chicas guapísimas,
con una altura y una figura que Alison envidiaba, pero que nada podía hacer
frente a ellas. Por el momento, su tío no había pensado en juntarse con nadie,
pero el tiempo pasa, y las personas tiene que asentar la cabeza algún día, y él
no era ninguna excepción. Alison sabía, con toda certeza, que un día, ya fuera
tarde o temprano, el timbre de la casa sonaría y aparecería Christian… seguido
de una chica guapísima, sin duda que se quedaría a comer con ellos. Alison
tendría que soportar aquello, y ella misma sabía que la idea de verle con otra
se le hacía insoportable. Aunque seguiría siendo su tío, era inevitable que se
viese desplazada a un segundo plano, y no como ahora, donde ella era el centro
de atención de Christian. Siempre que veía él, subía a su habitación a verla y
se quedaban largo rato hablando entre ellos, contándose todo lo que habían
pasado durante el tiempo en el que no se habían visto. Alison sabía que cuando
él abandonaba la casa, él siempre estaría ahí para ella, él siempre tendría un
momento para ella, de eso no cabía duda. Pero, pensar que esos momentos podían
desaparecer de un plumazo era un peso para Alison, y en cierto modo, le dolía
en el alma. ¿Sería amor lo que sentía por él? ¿Estaría enamorada de su tío? ¿De
Christian? Podía ser. Un amor platónico, quizás. Alison no estaba segura de
esto, pero de lo que sí estaba es que no pensaba aguantar que una fresca fuese
a comer a su casa afirmando ser la novia de Chris Tara. Era por eso que cuando
a la pareja se le ocurriese aparecer por la casa, Alison tenía muy claro que lo
mínimo que pensaba hacerle a la chica era quemarle el pelo.
No iba a darle tregua alguna.
Apretando los labios, mosqueada,
abrió la puesta de su habitación. El suave aroma del incienso la envolvió con
sus notas exóticas y el enfado de la chica desapareció a pasos acelerados a
medida que los segundos pasaban dentro de la habitación. Erik cerró la puerta
detrás de sí y se acercó hasta el escritorio de Alison. La mesa estaba
abarrotada de cosas variadas y papeles: varios dibujos a lápiz, un par de
acuarelas cogidas con un clip, unos botes de temperas, libros abiertos,
pinceles en un vaso con agua, una taza con limonada...
―Tienes que hacer limpieza, eh?
Sólo te falta una lechuza y ya eres oficialmente un Harry Potter versión
femenina. ―Esbozó una sonrisa―. Anda, todavía sigue viva tu asquerosa
serpiente...
―Deja a Kirtash en paz con tus
bromas y mira esto ―señaló unos libros abiertos sobre su mesa.
Erik, frunciendo los labios se
acercó hasta la mesa y miró donde la chica le señalaba. Unas imágenes de
animales fantásticos amenazadores estaban plasmados en las hojas.
El chico desvió la mirada hacia
su hermana.
―No pienso disfrazarme de
hombre―toro. ―Dijo simplemente―. No me gusta.
―A mí tampoco. ¿Has visto éste?
―Señaló otra imagen.
Detuvo la mirada en la imagen
varios instantes. Se trataba de un grifo dorado, aunque por el gesto que puso
parecía no haberle convencido demasiado.
―Un grifo, ¿eh?
―Sí. ¿Qué te parece?
―Alison, está genial pero no me
llega a convencer. Además, si nos disfrazásemos de grifo, ¿quién haría de
cabeza del animal y quién de su trasero?
―Es verdad… ―Murmuró―. Pero
bueno, ya sabía yo que ninguno te convencería así que tengo otro preparado. Es
más, yo ya me he hecho el traje así que no te puedes negar a este
Erik suspiró. La idea de ganar
esos doscientos dólares era muy apetitosa pero no compensaba todo lo que estaba
teniendo que aguantar. Se sentó sobre la cama, con las manos en los bolsillos.
―Bueno, veamos en qué criatura me
quieres convertir.
Justo en ese momento, la puerta
de la casa se abrió y Victoria entró con un montón de bolsas de papel marrón
llenas hasta arriba de comida.
―¡Ya estoy aquí! ―Anunció desde
la entrada.
Fue entonces cuando un grito
agudo provino desde el segundo piso.
―¡¿Quééé!? ―Se oyó después.
Parecía la voz de Erik, al igual que el grito―. ¡DE ESO NADA! ¡YO NO ME PLANTO
ÉSO EN MI VIDA! ¡EN MI VIDA!
22 de Diciembre
Concurso de Navidad
Al fin ha llegado ―pensó
Victoria.
―Ahí tienes un sitio ―le señaló a
Jack.
―Ya lo he visto.
Jack y Victoria habían acudido al
instituto de Erik y Alison en coche y el mayor problema que estaban teniendo en
ese momento era aparcar. Como ellos, muchas otras familias habían venido a ver
a sus hijos competir en el concurso de disfraces, por lo que el encontrar un
sitio donde aparcar el coche les estaba constando bastante. Suerte que, en un
momento donde ya llevaban dadas algo más de cinco vueltas al instituto, un
coche que estaba aparcado se encendía para marcharse de allí.
―Creo que cabe ―señaló Jack.
Con un par de maniobras, hizo
girar el coche de tal modo que encajó perfectamente en el hueco entre dos
coches.
Apagó el motor.
―¿Ves? ―Sonrió Victoria―. Sólo
había que tener un poco de paciencia y ya está.
―Odio cuando hay un concurso o
una reunión ―dijo Jack―. No se encuentra sitio por ninguna parte. ¿Cuántas
vueltas hemos dado ya? Porque yo ya he perdido la cuenta.
―Sólo cuatro cariño.
―No. De eso nada. Han sido cinco.
―¿No decías que habías perdido la
cuenta? ―arqueó Victoria una ceja, sonriente.
―Bueno, sí. Pero ahora lo he
recordado.
―Ya…
―En fin, salgamos del coche, que
no quiero encontrarme por el salón de actos también dando vueltas para encontrar
unos asientos.
Abrió la puerta y salió fuera del
coche. Miró los extremos del coche y comprobó con una sonrisa y que lo había
aparcado a la perfección.
―Te ha quedado muy bien, Jack.
―¿Tú crees?
―Sí que lo creo.―Rodeó el coche
hasta llegar a su lado―. Estás hecho un artista.
Lo besó. Fue un beso breve, pero
cuyo mensaje era de puro cariño.
―Bien, ―empezó Victoria cuando se
separaron―. ¿Dónde está Christian?
―Este tío es un lento.
―Quizás ha tenido el mismo
problema que nosotros ―dijo mirando a los lados.
Jack se volvió, oteando entre la
gente que paseaba por allí. Torció el gesto.
―No. Creo que no. ―Dijo
solamente.
Victoria se volvió para mirar
hacia donde miraba Jack y pudo ver cómo un hombre que estaba apoyado en una
pared unos pocos metros más allá no le quitaba ojo de encima.
Ella sonrió. El hombre se movió y
andando a un paso tranquilo, llegó hasta ellos.
―Hola Christian. Me alegro que
hayas venido ―le sonrió.
―Le dije a Alison que no me
perdería esto por nada en el mundo, y no pensaba hacerlo ―explicó―. Te sienta
bien el gorro rojo.
Victoria enrojeció levemente.
Esos días estaba haciendo un frío intenso, como si estuviesen ya a mediados de
Enero, por lo que había decidido sacar ya la ropa de invierno, y entre los
jerséis de cuello altos de ella había encontrado un gorro rojo de lana que
todavía llevaba la etiqueta colgando. No había podido estrenarlo durante
aquellos días, ya que apenas había salido, pero hoy era una ocasión diferente,
por lo que había decidido llevarlo y al parecer, no le quedaba nada mal.
Jack miró su reloj.
―El concurso va a comenzar dentro
de poco ―explicó―. ¿Qué tal si vamos yendo hacia el instituto?
En un asentimiento mudo, los tres
echaron a andar hacia el colegio, cruzando la calle. En la entrada del
instituto se agolpaban un grupo de personas con calientes abrigos y bufandas
que esperaban impacientes a entrar por una diminuta puerta que se encargaba a
ensancharse para que pasase aquel gentío de golpe. Los tres esperaron detrás de
las ultimas personas a entrar pero enseguida fueron empujadas por otra pareja
que vino detrás de ellos y acabaron dentro de la masa de personas. Jack
disimuló una sonrisa: sabía perfectamente que Christian odiaba que lo tocasen y
aún más que lo metiesen a base de empujones en medio. Y era del todo cierto. En
ese mismo instante, Christian se estaba cuestionando por qué no se le habría
ocurrido la genial idea de entrar por una ventana o por la típica puerta de
atrás, y no de aquella manera. La gente, que menos mal no se habían percatado
de su identidad, no le habían respetado en absoluto, empujándolo como su fuera
un simple saco, y eso lo detestaba. Pero estaba junto a Victoria, y debía
mantener la calma. Por ella, y a la vez por Alison. La chica le había pedido en
su última visita a la casa a ver si podía ir al concurso donde iba a
participar. Christian tenía esa misma tarde una reunión con su representante
para hablar de unos temas financieros acerca de su nuevo disco, pero sin duda,
prefería mil veces ir a ver a Alison que estar con ese hombre. Su sobrina
consideraba aquel concurso como algo especial para ella, algo que deseaba
compartir con la gente a la que quería, y Christian entraba en esta lista.
Pasaron cerca de diez minutos
hasta lograron llegar hasta unos asientos en mitad de la sala que estaba
abarrotada de personas que, al igual que ellos, buscaban un asiento desde donde
ver a sus adorables hijos o por el contrario, se paraban a saludar a otros
padres. Todo era un caos. Como cuando cocinas unos huevos revueltos: pues allí
todos eran el huevo. Todo revuelto.
―Desde aquí se ve muy bien el
escenario, ¿no crees? ―dijo Victoria.
Jack, sentado a su izquierda, se
estaba deshaciendo de la bufanda que parecía estar enamorada platónicamente de
él y no quería soltarlo. Cuando logró sacársela de encima, llevaba todo el pelo
despeinado. Victoria sonrió y le pasó la mano por el cabello rubio.
―Emm... ¿qué? Ah, sí, sí. Este
sitio es muy bueno ―afirmó mirando por encima de la gente―. Desde aquí veremos
a los niños.
―Esto sí que es suerte. ¡Con la
cantidad de gente que hay aquí! ―desvió al mirada hacia el asiento de su
izquierda. Christian estaba inmóvil, serio, con la mirada perdida en el fondo
de la estancia. Parecía no importarle demasiado el calor que hacía allí dentro,
ya que todavía no se había quitado su
largo abrigo negro.
―Christian ―le susurró. El hombre
desvió la miraba hacia ella―. ¿No sería mejor que te quitases el abrigo?
Christian no dijo nada.
Lentamente, desabrochó los botones del abrigo y se lo quitó, doblándolo encima
de sus rodillas.
―No me apetece que nadie me
reconozca aquí dentro. Sería muy incómodo y, salir de aquí imposible.
―Sí, es cierto, pero no creo que
nadie te reconozca.
―¿Ah no? Imagínate que ahora se
presenta aquí Will Smith. Se le reconoce lo quiera o no.
―Hemos logrado pasar entre la
gente sin que sepan quién eres. Eso ya es un logro ―sonrió―. Ahora nos quedamos
aquí quietecitos hasta que se apaguen las luces y ya está.
―¿Y a la salida? ―inquirió con un
suave tono divertido.
―A la salida le pedimos a Jack a
que vaya a por el todoterrreno, lo empotra contra el instituto y tú sales de
aquí como si se tratase de una película de Misión Imposible.
―Tú lo has dicho. Imposible.
Victoria rió por lo bajo y se
tapó la boca para no hacerse notar. Las personas siguieron llegando y ocupando
los asientos que quedaban libres. No pasaron más de quince minutos hasta que
las luces se apagaron y la sala se quedó a oscuras. Entonces, un foco alumbró
el escenario, donde un enorme telón de terciopelo rojo cubría la plataforma. De
entre las cortinas surgió una mujer regordeta y bajita, pequeñas gafas apoyadas
en la nariz y ojos vivarachos.
―Queridos padres y madres
―empezó―. Soy la señora Clayton, directora del instituto y les doy a todos la
bienvenida al concurso de Navidad. Han sido en total ciento cuarenta chicos y
chicas que han decido apuntarse al concurso. Es una buena cifra. Esperemos que
el año que viene sea mejor ―rió―. En fin, después pasar toda la tarde viendo
disfraces y disfraces, el jurado y yo ya tenemos la lista de ganadores que
componen este certamen de Navidad ―sonrió―. En fin, sin más dilación os dejo
con los ganadores de este certamen de nuestro concurso del día de Navidad. ¡Y
feliz Navidad a todos!
Con estas palabras, la directora
desapareció tras la cortina seguida de una ovación de aplausos del público.
Cuando los aplausos cesaron, Jack
se giró hacia Victoria.
―A todo esto, ¿de qué van
vestidos Erik y Alison? ―Le susurró a Victoria.
―No lo sé.
―¿Cómo que no lo sabes?
―Respondió extrañado Jack―. ¿Acaso no les has ayudado a hacer los disfraces?
―Sí, pero las últimas puntadas se
las dieron ellos. A mí no me dijeron nada, ni siquiera de qué iban a ir
disfrazados. ―Se encogió de hombros―. Sólo sé que actúan en pareja y que sus
trajes son de un color verde oscuro.
―¿Verde oscuro?
En ese momento, el telón comenzó
a levantarse, llevándose consigo aquel montón de terciopelo granate. Todos los
focos del salón de actos se volvieron hacia el escenario, iluminándolo por
completo. Sobre él estaba la directora Clayton y junto a ella se alzaban dos altas
figuras.
―¡Los ganadores del concurso!
―Anunció la mujer por el micrófono―. ¡Alison y Erik!
El salón volvió a estallar en
aplausos. Todos aplaudían, salvo Christian, Jack y Victoria.
Sus caras eran increíbles
La cara de Jack era todo un
cuadro. Tenía los ojos como platos, y la boca abierta de par en par. Victoria,
por otro lado, se quedó asombrada al principio, pero luego empezó a reírse sin
parar, doblándose por la mitad. Christian, en cambio, no reaccionó enseguida.
Siguió mirando hacia delante y a los pocos segundos, esbozó una sonrisa.
Sobre la plataforma se hallaban
Alison y Erik, pero quien los viese podía no reconocerlos. Bueno, en realidad
quien los viese no los reconocería en absoluto. Sus cuerpos estaban escondidos
bajo un traje completo de esponjoso relleno de peluche que se alzaba sobre
ellos medio metro más, por lo menos, y otro medio metro detrás de ellos, en
forma de cola redonda, rellena también del relleno. Todo el relleno estaba
cubierto a la vez con un montón de tela verde oscura, salvo cuatro aberturas
por donde podían sacar los brazos y las piernas, y un hueco pequeño para sacar
la cabeza. A su vez, colocadas en la espalda, habían construido a base de cola,
papel higiénico y largas tiras de alambre, unas alas membranosas que se mantenían
abiertas completamente. Y sobre sobre sus cabezas, el trozo de relleno que
quedaba lo habían recortado, pintado y cosido dos botones negros a modo de
ojos.
Sin duda, eran dos magníficos
disfraces de sheks.
En medio de los aplausos, Alison
se volvió levemente hacia su hermano, sonriendo abiertamente.
―¿Has visto como era buena idea
lo del shek? ―Murmuró entre dientes sin dejar de sonreír.
―A mí no me gustan las
serpientes.
―Pero sí la consola, ¿no?
―Yo por la consola me disfrazo de
albóndiga si hace falta.
―Pues albóndiga, sonríe y saluda,
que nos están haciendo fotos.
―Normal ―dijo con una sonrisa
tirante―. Creo que jamás han visto dos serpientes gigantes tan simpáticas como
nosotros, ¿verdad?
Esta genial el capitulo acabo de terminarlo, me he reido mucho. ¡gracias! la verdad no me esperaba un capitulo de MDI4 tan rapido :D
ResponderEliminarHola Anónimo:
EliminarMuchas gracias. Me alegro que te hayas reido. Eso pretendía ;)
Un beso!
Me ha encantado este capitulo. Me he reido a mas no poder.
ResponderEliminarHola Anónimo:
EliminarMuchas gracias :D
¡vaya! el capitulo me encanto, estaba muy gracioso, rei mucho. Nome esperaba un capitulo de MDI4 tan rapido ¡gracias! :D
ResponderEliminarHola anonimo! :D
EliminarMe alegro de que te haya gustado el capçitulo. Procuro (en los capítulos especiales) intentar que os saquen una sonrisa ^^
Dios, me encanta como escribes *w*
ResponderEliminarGracias por publicarlo, en serio, me ha encantado. :3
^^ ay, gracias!! Me alegro muucho que te haya gustado, Miyuki :D Dentro de unos dias colgaré el otro que tengo escrito, a ver si tambien te gusta :3
EliminarUn besiito ^3^
PFFFJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
ResponderEliminarUNA ALBONDIGAA!! xDDDD
es buenisimo!! He tardado mas de 1p minutos en parar de reir xD. El otro dia lei el capitulo especial de Jack y tambien me mori de la risa con la frase final. Kiara, tu si que sabes sacarle a las personas una sonrisa ^^
El capitulo es una pasada, aunque eso ya lo sabraa, seguro :) Mejor largo, porque si lo hunieras hecho pequeño.....pues no. ¿Va a haber otro? Cuando lo colgaras? No te demores mucho, pliz :D
besis! ^.o
Jajajaa.....Gracias! Me encantó lo de la albóndiga xD
EliminarHay otro, sí. Debía haberlo sacado hace un mes pero debía sacar antes del de MDI4... Pero pronto estará ^^
Salu2 Kiwa :D
JAJAJJAJJAJAJA creo que soy igual que Victoria, pobre Erik jajajajajaja
ResponderEliminar¿Tú tambien te habrías reído? jajajaaa
EliminarSí, creo que yo también ante el espectáculo aquel, >^<
Salu2 Beyond Magic! :D
Jajajaja que bueno chaval, que crack.
ResponderEliminarJajaja Me alegro de que te gustase ;)
EliminarSalu2!
ResponderEliminarja ja por fa pon los comentarios de erik a chirstian.
pero que risa escribes fantastico sigue asi por fa
aveces estoy triste y lo unico que me levanta el animo eres tu.
Ainss! Muchas graacias! Nunca me habian dicho nada asi *U* Me alegro de que te anime. Siempre intento sacar una sonrisa en los capitulos especiales. O son muy emotivos o tienen su puntito gracioso ;)
EliminarSalu2 :D
Hola te gusto mi cambio de nombreee? fue por que no me sentia como Kirtash ese
ResponderEliminardia,todo lo que dije es verdad.
te preguntaras a que me refiero.
Me refiero al nombre de "Jackaldundomivat" fui yo.
Me gustan tus capitulos y no rectifico nada de lo que dije.
Volvere a escribir hasta entonces;)
Hola! Lo del nombre está bien. Uno tiene que indentificarse con el, eso es importante :D Me alegro de recibir tus comentarios. Es gratificante ^^
EliminarMuchas gracias por pasarte ;)
Que chulo!Me rei un monton !!
ResponderEliminarEstan genial estos capitulos especiale.
Hola Anónimo:
ResponderEliminarTe gustó? Me alegro ^^ Los capítulos especiales es lo que tiene, que les puedes sacar el punto gracioso a la historia mas o menos ;3
Seguiré haciendo más :D
Un beso!
Increíble es la palabra que define este capitulo, sigue así :)
ResponderEliminarHola Anónimo:
EliminarMuchas gracias. Seguiré escribiendo capítulos sueltos, a ver qué os parecen.
Un beso!
me encanta!!!!
ResponderEliminarComo me he reído!!!
Gracias x escribir estos relatos tan buenos
me encanta!!, escribes genial, sigue así
ResponderEliminarToma ya, de serpientes!!!! Buenisimo y muy diver y os quiero decir que me gustam mucho vuestros capitulos y espero que escribais maaas.
ResponderEliminarla verdad en cuanto lo lei me parti de risa y mi madre que esta detras mia me miro como diciendo que le pasa a esta jajajaja muy diver sigue asin.
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