Capítulo 3 - La Cena

CAPÍTULO 3
LA CENA



—¡¿Qué?!
Victoria estaba que echaba chispas. Recorría el salón en círculos, como si fuera un león enjaulado.
Vale, Victoria. No hace falta que te pongas así.
¿Así cómo? ¿Tú sabes el problema que esto te puede provocar?
Jack la miraba sentado desde el sofá crema del salón. Los niños estaban arriba por lo que no podían gritar demasiado, aunque ninguno de los dos quería eso, pero el tema se estaba yendo un poco de las manos, a pesar de haber empezado hacia pocos minutos, el tema.
Dijeron que no se lo dirían a nadie —dijo sereno, aunque en el fondo sabía que no lo estaba tanto.
¿Y confías en ellos? ¡Pero si los acabas de conocer!
¿Conocer? —Jack se levanto de golpe enfadado del sofá—. Victoria, son parte de mi familia. Los conozco desde que era pequeño. No tienes ningún derecho a decirme eso.
Victoria suspiró exasperada. Aquello estaba pudiendo con ella. No entendía cómo Jack, que parecía tan razonado a veces, podía volverse un completo estúpido en momentos.
No es solo eso, Jack. ¿Acaso no te das cuenta? —Le espetó, intentando mostrarse tranquila—. ¿Qué pasa con los niños? ¿Con Alison y Erik? Como se les vaya la lengua a tus parientes, la vamos a liar.
Jack cayó en la cuenta y se llevó la mano a la frente.
Joder.
Pero ¿en qué estaba pensando? Victoria tenía toda la razón. Si a su tío o quien fuese se le ocurría sacar el tema de su desaparición, se armaría un buen caos, ya que ni Alison ni Erik sabían nada del pasado de su padre. Lo mejor había sido contar una mentira.
No habías caído, verdad? —Victoria se acercó hasta él y sentó a su lado en el sillón. Puso su mano en el hombro para reconfortarle. Ahora probablemente, era lo que Jack más necesitaba.
El chico se volvió y clavó en ella sus profundos ojos verdes. Había un sentimiento de preocupación en ellos. Sin duda, se debatía entre sus parientes recién encontrados, o su familia.
¿Y entonces qué debo hacer ahora? Estoy perdido...
La chica sonrió y pensó por unos instantes... Aquella situación los involucraba a todos, lo quisieran o no, y a ella también.
Vamos a ver... —exagerando su ademan de pensar—. Has quedado con ellos, ¿no? Quedaría un poco feo que cancelases la cena, sobretodo después de los años que hace que no os véis y la ilusión que tienes tú —sonrió mientras le acariciaba el brazo con ternura—. Anda, ve a recogerlos a la hora en la que habéis quedado, que yo me ocuparé de prepararlo todo para que quedes como un señor, ¿de acuerdo?
En los ojos de Jack se encendió la chispa de la emoción. ¡iba a salir bien, después de todo! Se inclinó hacia la chica y la besó apasionadamente. Victoria no se imaginaba algo así, pero no lo rechazó y bebió de él como si fuese el último.
Te quiero —susurró Jack.
La chica no dijo nada, limitándose a sonreír mientras sentía un escalofrío en la espalda. Aquella manera tan apasionada de besar de Jack la dejaba atontada y ensimismada por un par de minutos. Y Jack lo sabía.
Sonriente, el chico se levantó de un salto del sofá. Victoria todavía no podía moverse. Estaba obnubilada.
Voy un momento a ponerme al ordenador, ¿vale?
Moviendo la cabeza como una estúpida, Victoria asintió vagamente mientras veía a Jack subir las escaleras hacia el despacho de la segunda planta.
Suspiró, atontada todavía por aquel beso.
Esos contactos la enamoraban completamente. Y Jack lo sabía.
Pasados un par de minutos y todavía con la mirada perdida en algún punto de la escalera, la chica se levantó y se dirigió al dormitorio mientras sonreía.
Hay momentos, —susurró para sí misma— donde que todo el mundo necesita que lo reconforten, incluso un dragón.



A lo largo de un pasillo muy corto, se distribuían las habitaciones. Allí estaba la habitación de Erik, el cuarto de Alison, el dormitorio principal, dos baños y un pequeño despacho que tenía un sofá-cama de color mostaza.
La mujer atravesó el pasillo intentando andar correctamente con los zapatos. Llego casi de milagro a la habitación de Erik. Suerte que era la primera.
A ver, ¿qué ocurre?
El dormitorio del chico era un caos. Aunque era una habitación medianamente grande y amplia, en aquel instante estaba todo tirado por el suelo: ropa, zapatillas, papeles...
Todo un desastre.
De todos modos, ¿qué se podía esperar de un adolescente de trece años?
Que fuese un poco más ordenado, por ejemplo, pensó Victoria para sus adentros.
Mamá, no encuentro los zapatos —Erik estaba en el suelo, buscando dentro del armario.
Victoria directamente no entró. Se limitó a buscar por encima. Miró un poco entre todo aquello y sonrió.
Y, ¿no será esa caja marrón que asoma por debajo de tu cama?
Erik fijó la vista donde señalaba su madre. Se acercó hasta allí y la abrió.
¡Sí, son estos! Gracias mamá.
Ella le devolvió la sonrisa.
Bien. Voy a ver cómo va tu hermana. En cuanto acabes, baja y ayúdame a poner la mesa.
Vale.
La mujer siguió por el pasillo y tocó a la puerta contigua: la habitación de Alison.
¿Se puede? —dijo mientras se asomaba un poco.
Mamá, este vestido no me gusta.
Alison estaba de pie en medio de la habitación, mirándose enfrente de un espejo de suelo que le devolvía su imagen ataviada con un precioso vestido azul oscuro brillante, con vuelo y de finos tirantes, que le llegaba por encima de las rodillas.
Venga, —la animó Victoria— pero si estás muy guapa.
Eso no acabó de convencer a la chica.
No puedo ponerme el negro, ¿verdad?
Este es más bonito...
Alison volvió a mirarse en el espejo. Tampoco estaba tan mal.
Estos parientes, —empezó, volviéndose hacia Victoria— ¿por qué no los hemos visto nunca?
Ya sabes que la familia de tu padre vive muy lejos, y han venido de vacaciones —miró el reloj de muñeca—. No te entretengas y arreglate, ¿vale? Necesito que me ayudes a poner la mesa.
Ahora voy. —Se miró de nuevo al espejo—. Por cierto, ¿cómo son?
Pues no lo sé —dijo con sinceridad—. No los he visto nunca.
Alison se volvió.
¿Acaso no vinieron a vuestra boda?
Victoria se quedó en silencio. Su hija había sido más rápida. En una boda, ¿cómo no iban a venir esos parientes?
La mujer cayó en la cuenta de su error y pensó cómo arreglar la situación.
Pues verás hija, a nuestra boda no fueron ninguno de nuestros parientes, primero porque no tengo yo y porque no avisamos a nadie y segundo, porque se hizo en otro mundo diferente a este. Y por eso no fueron y no los conozco.
Pero no. No podía decir eso. Cuando iba a responder una escusa bastante improvisada, un sonido la sacó del apuro: el timbre de la casa sonó. Victoria suspiró, aliviada, y con una sonrisa, salió de la habitación de su hija, dejando a ésta con la pregunta en la boca, pero tampoco pareció importarle demasiado ya que siguió vistiéndose. Por las escaleras sonó el estrepitoso ruido de unos tacones precipitándose por las escaleras, hasta llegar junto a la entrada. La mujer suspiró, llena de entusiasmo y poniendo una mano en el picaporte, abrió la puerta.
Lo primero que pareció ante ella fue algo rojo: un enorme ramo de rosas rojas, y justo detrás, asomó el rostro de un hombre.
Hola preciosa—saludó una voz familiar.
¡Christian! Me alegro de que estés aquí. Pasa—se hizo a un lado para que pasase.
Christian entró en la casa y la puerta se cerró. Le entregó las flores a Victoria, que contenta, se las llevó a la cocina.
¿Y los niños?
Están arriba —dijo Victoria—. Todavía se están cambiando, pero sube si quieres. Les hará ilusión verte. —Se oyó el agua caer del grifo y luego cesó. Victoria reapareció en el recibidor llevando entre las manos un jarrón de cristal transparente completamente con el vistoso ramo de rosas en su interior. Lo colocó encima del aparador de la entrada, bajo la atenta mirada de Christian.
He acertado, ¿verdad? Las flores hacen juego con tu vestido.
¿Lo has hecho a prepósito? —Victoria se acercó a él y posó con suavidad sus labios sobre los de él. Enseguida Christian le correspondió, bajando sus manos hasta su cadera. Se fundieron en el beso.
Esta noche noche estás preciosa —susurró Christian cuando se separaron—. ¿Te lo había dicho ya?
No, pero gracias —respiraba entrecortadamente. Christian tenía gran destreza en cuanto a besar se refiere, y se lo había demostrado, dejándola temblando cada vez que la besaba de aquella forma. A Victoria le gustaba el frío que transmitía Christian con su mirada y con sus besos. Era un frío gélido, azul y blanco, como si desde el mismo polo norte fuese traído. Pero, sin saber por qué, Victoria estaba completamente enamorada de aquel hombre. Enamorada de sus ojos, sus besos, su pelo, sus silencios... Simplemente, le amaba.
Pero había un problema.
Christian —una voz sonó en la escalera, y ambos se giraron. En lo alto de ésta se encontraba Alison, que vestida con el vestido azul observaba la escena con interés. Le brillaron los ojos cuando lo miró y una sonrisa se formó en las comisuras de sus labios. Lentamente, fue bajando las escaleras, disfrutando de la atención que estaba recibiendo hasta llegar hasta donde estaban ellos dos. Se situó justo delante de él, sin apartar su mirada de la suya.
Hoy estás muy guapa —aprobó Christian, mirándola.
¿Tú crees? —dijo dando una vuelta para que pudiese observarla mejor.
Sin duda. —Dijo posando su mano sobre la cabeza de ella, pero con cuidado, ya que no quería arruinar el recogido del pelo de la chica. Entonces, la abrazó.
Te he echado de menos, Chris.
Y era cierto. Hacía más de una semana que Christian no se había dejado ver por la casa, y eran días interminables para Alison, que aguardaba ansiosa el momento de volver a verlo.
Y yo, pequeña.
Victoria sonrió y se alejó dirección a la cocina. Aquel era el problema: los niños.
En Idhún no habría pasado nada de esto ya que les habrían explicado la situación llegado el momento, pero en la Tierra era diferente. No podían mostrarles a los niños que sus padres no eran dos sino tres, y que su madre se había casado con dos hombres y que cada uno de ellos era hijo de cada uno.
Explicar aquello era simplemente, imposible. Por lo que los tres, llegado el momento habían firmado un “pacto” (por así llamarlo), donde establecían que cada uno desempeñaría un papel en la familia: Victoria sería la madre, Jack el padre y Christian sería el hermano de Victoria, es decir, el tío de los niños. Al principio, ésto no se tuvo muy claro porque ambos querían desempeñar el mismo papel, pero pronto recordaron la carrera artística que Christian y que debido a ella, pasaría mucho tiempo fuera de casa, por lo que el papel de padre recayó sobre Jack, algo que lo hizo infinitamente feliz. Le gustaba mucho la vida familiar, y cuidar de los niños, lo que fue un alivio para Victoria, ya que sino, se habría sentido muy agobiada durante cuatro o cinco años.

Además, para Jack era un modo de no pensar en lo que había dejado atrás. Idhún para el lo había sido todo, un mundo un sueño echo verdad... y también lo sentía el poderoso dragón dorado que llevaba en su interior. Los primeros días de estar en la Tierra se le hicieron insoportables hasta que se acostumbró. El saber que Yandrak no volvería a surcar los cielo, probablemente nunca más lo destrozaba. Para el aquello era inimaginable. ¿como iban a prohibir a una criatura tan hermosa el no poder surcar los cielos? Victoria recordaba haber intentado calmarlo con besos y caricias, pero había sido incapaz. El chico se mostraba reacio y tosco. Y un día, paseando solo por la calle mientras miraba al cielo, se topó de golpe con una academia de esgrima antigua. La misma esgrima que se practicaba en Idhún. Por lo que ahí pasó todas las tardes del primer mes, descargando toda su rabia e ira contenida hasta que no podía más y caía rendido. El segundo mes ya estuvo mejor, llevo la cosa mejor, y se hizo más “dócil”, hasta que lo hubo superado por completo.
A Christian en cambio, no pareció importarle mucho, aunque Victoria sabía que no era así del todo. Es decir, Christian quería haberse quedado en la casa y cuidar y mimar a Victoria y a los niños también, pero la chica sabía que le gustaba la soledad de vez en cuando, y la tranquilidad, cosa que no tendría viviendo en aquella casa, por lo que Christian retomó su carrera de estrella del rock (las fans se volvieron locas cuando se anunció que había vuelto) y al poco se compró una mansión en un barrio lujoso al otro lado de Nueva York, aunque solo era para guardar las apariencias. Además, la vuelta de Chris Tara había hecho que sus ingresos subieran de manera desorbitada, por lo que la familia se libró de trabajar bajo el sol abrasador. Se podía decir que en ningún momento tuvieron problemas económicos, cosa que era un alivio, según pensó Victoria, ya que cuando llegó a los Estados Unidos no tenía ni idea de hablar inglés (el del colegio no contaba), por lo que enseguida tuvo que apuntarse a un cursillo del idioma, y con la ayuda de Jack, en dos meses logró dominarlo a la perfección y se sentía orgullosa por ello.
Pero, ¡qué meses! Todavía los recordaba no sin que una sonrisilla se le asomase en el rostro. Ella también lo había pasado fatal, al igual que Jack. El tener dos niños había complicado un poco su vida en Idhún. Sentía la necesidad de luchar, de volver a empuñar el báculo de Ayshel, de golpear con golpes de Taekwondo e invocar conjuros de defensa y ataque...
Pero no pudo ser. Los niños la requerían, aunque siempre encontró un momento de madrugada donde, cerca del bosque de Awa, dejaba salir a dar una vuelta a Lunnaris. Pero cuando volvió a la Tierra, sintió que dejaba algo muy importante atrás, algo que formaba parte de ella y que la completaba. Quizás fue su libertad. La vida en la Tierra implicaba reprimir sus impulsos y ser una madre entregada para sus hijos, y por ello, dejó apartada la magia y las artes marciales.
En fin, pensó Victoria mientras preparaba los canapés de una bandeja. Alzó la mirada y vio a Christian y a Alison hablar.
Podías venir más a menudo, ¿sabes? —Empezó Alison con tono de reproche.
Lo sé, pero tengo mucho trabajo —respondió él—. De todos modos sabes que no me olvido de ti.
La chica sonrió. Ella lo sabía, al igual que Victoria. De los dos niños, Alison era la preferida de Christian. ¡Y cómo no! ¡Si era su hija! ¡Si era muy parecida a él!
Como dos gotitas de agua, según pensó Victoria. Y era cierto. Se notaba que Alison era hija de Christian: tenía los ojos azules gélidos de su padre, y de vez en cuando, sólo cuando se enfadaba, sacaba su lado más frío, como el carácter de su padre. Pero, en cambio, tenía el pelo ondulado suave de su madre, al igual que su carácter, que a pesar de tener parte de Christian, la niña era buena y bastante cariñosa, y eso era herencia de su madre, como había dicho Jack.
Y hablando de Jack, Alison tenía un gusto en común con su padre, aunque también se le podía llamar característica y era muy simple:
Los dos detestaban a Jack.
En una medida o en otra, el chico no les caía bien. Aunque había que decir que a través de los años que habían pasado Jack y Christian soportándose, después de tanto tiempo, se había formado entre ellos un vínculo que bien podía definirse como un vínculo de confianza (no en exceso) basado en la tolerancia mutua y todo gracias a Victoria, ya que ella era el único eslabón que mantenía sujeta la cadena de todo aquello.
Christian se acercó hasta la cocina.
Entonces, hacemos todo esto...¿para agradar a Jack?
Sí. —respondió Victoria. Estaba acabando de poner los canapés que faltaban en la segunda bandeja.
Y ¿has pensado en los problemas que puede traernos esto?
La mujer alzó la vista y se encontró con la fría mirada de Christian.
No creo que nos traigan muchos problemas —bajó la voz—. No sabrán nada sobre todo lo relacionado con Idhún.
No me refiero a eso, Victoria —murmuró—, sino a que como se les ocurra ir a la policía o a la tele argumentando que su sobrino ha aparecido, la policía hará preguntas.
Victoria se quedó quieta. Tragó saliva, era cierto. Si la policía investigaba en sus desapariciones y veían que seguían con el mismo aspecto como cuando desaparecieron, harían muchas preguntas.
Dios, qué difícil era aquello, pensó ella.
Jack se habrá inventado algo para que eso no ocurra. Seguro que ha pensado lo mismo.
Christian aguantó su mirada, pero no respondió enseguida.
Ojalá —dijo solamente.
Bueno, ya veremos cuando llegue Jack. Ahora lleva esta fuente a la mesa. —Le tendió una fuente de aperitivos—. ¡Hala!
¿Te he dicho ya que hoy estás preciosa?
¡Venga! —exclamó, pero las palabras de Christian surtieron el efecto deseado: Victoria enrojeció intensamente.
Christian sonrió un poco y llevó la fuente hasta el salón. La dejó sobre la mesa y se sentó en un sillón.
En ese momento, un coche pasó cerca de la casa. Apagaron el motor. Se oyó el ruido de puertas que se abrían y cerraban en el exterior.
¡Son ellos! —Le indico Victoria a Christian—.¿Preparado?
Victoria corrió delante de la puerta y retocándose el pelo, se preparó para recibir a los invitados.
Inspiró profundamente.
Allá vamos.

10 comentarios :

  1. No puedo leer el 3 capitulo :(
    Por cierto, me esta encantando!

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  2. AJFHEJSJEVEJD ES GENIAAAL! Me encanta y además escribes de una manera muy parecida a Laura Gallego, usas algunas de sus expresiones y eso hace que sea de verdad el cuarto libro de memorias de idhun. Sigue así!

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    1. Hola it:
      *//////////* Muchas graciaas! Si te digo la verdad hjace un monton que no leo nada de Laura Gallego y creo que no me acuerdo mucho de sus expersiones aunque intento mantener la misma línea, es decir, que lo que escribo no sea tan diferente que lo que ella escribió en su día.
      Muchas gracia spor pasarte! :3
      Un beso!

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  3. Me encanta!!
    Yo estabq muy triste cuando acabe el libro pero ahora es genial!!!

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    1. Hola Anónimo:
      Yo me quedé algo plof al acabar el libro. Fue como: ¿Y ya está? Y por eso empecé esto x)
      Me alegro que te gustase ;)
      Un saludoo

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  4. me ha encantado!
    simplemente genial *-*

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    1. Hola Anónimo:
      Bien! Me alegro que te gustara :D ¿Te leistes los otros capítulos colgados? :3
      Un saludo!

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  5. Cada cuanto sacas un capitulo??

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    1. Hola Anónimo:
      Más o menos depende de lo rápido que lo haga. A veces tardo un mes y otras veces 2...

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