Prólogo



Prólogo


El otoño se hacía notar a aquellas alturas del mes por las calles de la ciudad de Nueva York. Las hojas de los árboles, marrones caían con la primera brisa, y el viento, que se había vuelto más frío, castigaba a los que se decidían por pasear.
El sonido de un timbre rompió la monotonía de una calle residencial. La puerta del instituto se abrió de par en par y empezaron a salir una masa de adolescentes, entre gritos y risas que, cargados con sus mochilas y con los móviles en las manos se ponían hablar entre ellos, desabrochándose un poco los botones del cuello de la camisa que el instituto les hacía llevar.
Un chico rubio, de unos 14 años salió y con la mochila a hombros iba hablando alegremente con un compañero mientras bajaba las escaleras. De pronto, alzó la vista y sonriendo, se despidió de su amigo, y se dirigió hacia un coche rojo que estaba aparcado justo en la calle de enfrente. Apoyado en el coche, con los brazos cruzados y gafas de sol negras, esperaba un hombre, que parecía mirar en dirección del instituto.
El chico llegó hasta su lado y se echó un brazo por encima de los hombros. El hombre riendo lo abrazó.
‭―¡Hola papá! ―Exclamó el muchacho.
―¡Hola! ¿Qué tal el insti? ―Le cogió la mochila y la metió en el maletero del coche.
―Como siempre ―Suspiró el chico, pesaroso―. Hemos hecho un montón de cosas, muy muy aburridas.
―¿Así? Pues cuenta.
A decir verdad, saltaba a la vista que eran padre e hijo: los dos eran muy parecidos, como dos gotas de agua. El chico era de estatura media, rubio, con el pelo alborotado que le tapaba en parte, sus ojos castaños claros. El joven padre, era a su vez rubio al igual que el niño, solo que él tenía los ojos de un tono verde muy claro. Se podía decir que era una de las pocas diferencias entre los dos.
Subieron al coche y, tranquilamente, mientras el chico le contaba lo aburrida que había sido la clase de Biología y lo pesada que se le había hecho Física y Química, se alejaron de aquel barrio de la cuidad de Nueva York.



Aquellas casas estaban apartadas casi por completo de la gran ciudad. Estaban situadas en un barrio residencial, tranquilo y apacible, donde todos los vecinos se conocían y donde nunca pasaba nada. Las calles anchas estaban arropadas por una hilera de altos árboles que, en aquella estación, dejaban caer sus hojas doradas según la dirección del viento que soplaba.
Una mujer se encontraba en el jardín de su casa, regando las plantas y flores que allí crecían. Era morena, y llevaba el pelo recogido en una larga coleta, que le caía por la espalda. Además llevaba puestas unas botas de agua que, junto al delantal con flores pintadas le daban un aspecto muy jardinero.
Un Land Rover rojo atravesó la calle, y paró justo delante de la casa donde se encontraba la mujer regando. Ésta miro el coche, y sonriendo, dejó la manguera y fue a recibir a sus visitantes. No había llegado todavía a la acera cuando, del asiento del copiloto salió un niño, que corriendo se lanzó a los brazos de la mujer.
―¡Mamá!
―¡Hola Erik! ―La mujer lo abrazó y le dio un beso en la mejilla―. ¿Y tu padre? ¿Viene contigo? ―Ella le guiñó un ojo y sonrió divertida.
De la zona del conductor se oyó cómo se cerraba una puerta y apareció la figura de un hombre rubio con gafas de sol.
Sonrió.
―¿Ya creías que no venía?
―Más bien ―ella sonrió, pero fue una sonrisa diferente a la anterior―. Te tengo una sorpresa.
―¿Así? Respondió él, y acercándose a ella la abrazó con dulzura por la cintura―. ¿Y qué es?
―Ah, no. Primero un besito y luego si acas...
No pudo acabar la frase porque sus labios se encontraron con los de él, fundiéndose en un beso, largo y dulce, y aunque la había pillado por sorpresa, se entregó por completo.
Cuando se separaron, ambos se miraron a los ojos.
―Te quiero, Victoria.
―Te quiero, Jack.
Se quedaron de pie, con las manos cogidas, mirándose el uno al otro, sin decir nada pero el silencio del momento que ambos estaban compartiendo lo decía todo. Todo aquello que no se dice con palabras pero que se sabe con sólo mirarse.
Una voz sonó desde el recibidor de la casa.
―¡Mamá, papá! ¡Venga, que luego los vecinos murmuran! ¡Además, hace frío! ―Les gritó el chico desde la casa.
Ambos rieron.
―Vale, vale. Ya vamos, Erik. ¿No será que estás celoso? ―Preguntó Victoria, burlona. La pareja avanzó por el jardín, cogidos de la mano y, sonriendo como una familia entraron los tres en la casa, cerrando la puerta tras de sí, dejando al resto del mundo fuera del que ahora era su hogar.

Erik corrió a la cocina. Victoria se descalzó y lo siguió, mientras Jack colgaba el abrigo en un perchero que, alto y oscuro colgaba de la pared de la entrada.
―Y bueno ―dijo Victoria―, ¿qué tal en el instituto?
―Oh bien. Me quedan tres exámenes y no pienso tocar un libro hasta que no me lo manden. ¡Me muero de hambre! ¿Queda crema de cacahuete?
―Sí que tienes hambre, ¿eh? ¿Quieres que te prepare un bocata de crema de cacahuete?
―Me encantaría, mamá. ―La mujer abrió una puerta de la nevera y sacó un bote de cristal que parecía contener una pasta de color anaranjado.
Jack seguía la escena apoyado en la barra de la cocina, que era de estilo americano.
―Venga ―siguió Victoria―, saca el pan.
Obediente, Erik abrió un cajón y sacó, envuelto en un plástico, una barra de pan.
Enseguida estuvo preparado un apetitoso bocadillo al que Erik no tardó en hincarle el diente. Contento, salió de la cocina con su bocata entre las manos y se fue hacia el salón, pasando por el recibidor. Se sentó en un sofá y el sonido de la televisión llegó hasta la cocina.
―Erik, en cuanto te acabes la merienda te quiero haciendo los deberes, ¿vale? ―alzó la voz Victoria. Jack, que seguía apoyado en la barra americana miró hacia el salón. De uno de los sofás, que estaban dando la espalda a la cocina se alzó una mano con el pulgar hacia arriba.
Jack miró a Victoria.
―Eso quiere decir “vale”, ¿no?
―Sí. Ojalá que se ponga a estudiar, que en cuanto nos despistamos lo veo jugando con la consola.¿Para qué se la compraría?
―Es que es más divertido ―aclaró Jack. Sorteó la barra y se metió en la cocina. Era blanca y tenía la medida perfecta, según decía Victoria. La cocina estaba ubicada en la planta baja de la casa, justo a la izquierda del recibidor.
Era muy cómoda, a decir verdad.
Lo que tendría que ser la pared frontal estaba convertida en una barra americana, de piedra blanca brillante. En el centro de la estancia se alzaba otra barra cuadrada, que con sillas altas, servia de mesa, un tanto más familiar: era la que se utilizaba habitualmente. Cuatro sillas altas la rodeaban, testigos cada mañana del barullo que ahí se montaba. Alrededor de la mesa estaba organizado todo. La encimera era un poco más estrecha, y pegada a la pared, describía con su silueta el cuadrado que era la cocina. El fregadero estaba en la pared de la izquierda, y justo encima de él, una ventana. La pared del fondo tenía a su derecha la vitrocerámica y la pared de la derecha albergaba la gran nevera, de dos puertas. Destacaba bastante con el papel de florecillas de la pared.
―¿Y Alison? ¿Ha venido ya? ―Continuó Jack después de una pequeña pausa. Había cogido un poco de pan y ahora se estaba comiendo una tostada con crema de cacahuete. Tanto al padre como al hijo parecía que les gustaba aquel dulce americano
―Sí ―contestó Victoria―. Está en su habitación. Hoy ha salido antes.
―Vaya... Entre los dos niños llevo un descontrol horario... ―resopló él.
Victoria rió.
―Tranquilo. A Alison ya la trae el autobús del colegio. Y si no, ya estoy yo para recordártelo.
Jack sonrió.
―Además, ―prosiguió ella― no te agobies. Todavía estamos en Octubre.
Victoria se acercó e él y le dio un beso. Se sentó al lado suyo. Alison era la segunda hija que había tenido el matrimonio. Era un año menor que Erik.
En verdad se llamaba Eva pero, desde pequeña se había encaprichado con el nombre de Alison, por lo que, no queriendo discutir más con ella, en casa (y en el colegio) todos la llamaban Alison. Los padres al principio no sabían de dónde había sacado esa manía... Poco después descubrieron que era cosa de Christian.
Te quedaría bien el nombre de Alison, le había dicho él una vez. Y la niña, que adoraba a su tío quiso cambiarse el nombre. Y de ahí salía todo.
―Por cierto ―empezó Jack―, ¿qué era esa sorpresa que me tenías preparada?
―¡Ah, sí! Perdón, que se me había olvidado. Sonrió, levantándose de la silla. Se acercó a la nevera y sacó de ella un plato redondo, cubierto con papel de aluminio. Volvió hasta donde estaba Jack y lo dejó sobre la piedra de la barra.
―Me ha quedado genial. A ver si te gusta. ―Y destapó el plato. Una magnífica tarta de manzana apareció ante los ojos de Jack
Simplemente, tenía una pinta exquisita.
―Guau, Victoria―tiene muy buena pinta.
―¿Tú crees? Esta vez seguí los pasos uno por uno, y no me salté ninguno.
Jack la miró y recordó que la última vez había preparado galletas... y se le habían olvidado los huevos.
Una sonrisa apareció en su cara.





Estaba terminando de fregar unos vasos cuando un ruido provino de la entrada de la casa. La puerta de la calle se abrió y se volvió a cerrar. No se oyó nada más.
Alguien había entrado.
Pero Victoria sabía muy bien quién era., por lo que ni se inmutó. Desde la cocina, sin levantar la vista de los vasos, exclamó:
―¡Hola!
―Buenas ―contestó el hombre de la puerta.
―¿Qué tal el día?
―Bien, ―la nevera se abrió― me han informado que las ventas han subido un 73% desde la salida del último disco. ―Se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, besándole el cuello―. ¿Y tú qué tal?
―Bien. He salido a clase de pilates esta mañana y... ¡para! ―Dijo riendo―. Así es imposible concentrarse ―Victoria giró la cabeza y sus labios se encontraron con los de él, fundiéndose en un beso.
Jack carraspeó.
La pareja enseguida se soltó, volviéndose hacia donde había provenido el sonido.
―Como os vean los niños la vamos a liar. ―Estaba apoyado en el marco de la puerta, con cara de pocos amigos―. Yo también me alegro de verte, Christian.
―Yo todavía no he dicho eso ―siseó él, sonriendo. Mantuvieron la mirada, quietos.
―¡Venga, dejar de hacer el tonto y ayudadme a poner la mesa! ―Exclamó Victoria, rompiendo el silencio―. No quiero ninguna pelea.
Jack se dirigió a una estantería y agarró vasos y platos.
Christian lo observaba.
―Tampoco quiero miraditas asesinas, Chris ―Victoria le tendió los cubiertos.
Pronto, la mesa del salón estuvo preparada y lista.
Christian se sentó en un sillón y aguardó el momento de la cena.
Cerró los ojos y echó la cabeza atrás.
Aquel día había sido agotador. Su mánager, exaltado por las ventas y aún incrédulo por su suerte (según le había dicho su mente a Christian) llevaba unos días que no paraba de darle la brasa, organizándole eventos y aceptando invitaciones a programas de televisión. Claro que al final, tenía que cancelarlos porque Christian no pensaba acudir a ninguno. Y aunque la lista de invitaciones canceladas era larga, aquel hombre parecía no entenderlo, ya que cada tres días aparecía con la misma frase en la boca: “Vas a ir al programa...”
Christian suspiró.
Aquel hombrecillo era estúpido. Aún no sabía cómo podía seguir aguantándolo. Bueno, sí. Era el único de los que había visto que no le agobiaba con preguntas.
Al menos de momento.
Porque, en cuanto empezase a hacerlas, no tendría ningún reparo en echarlo a la calle. Al fin y al cabo, todos los representantes se peleaban por tenerlo.
¿Qué perdía él?
Entre tanto, Jack se acercó a la cocina, donde estaba Victoria. Ella, con su delantal de pequeñas flores rosadas, estaba acabando de servir puré en una fuente. Él se apoyó en la pared. La mujer levantó la cabeza y al verlo sonreír, apoyado en la pared preguntó:
―¿Qué? ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
―Nada ―dijo él acercándose, sonriendo burlonamente―. Bueno, quizás tú.
―¿Yo? Ya te vale ―murmuró ella cuando sintió sus manos en su espalda.
―¿Por qué? ―Jack bajó su cabeza, hundiéndola en el cabello de Victoria, y empezó a darle pequeños besos.
―Porque... ¿No te has dado cuenta? Eres un celoso. Enseguida que me ves con Christian tú también quieres acercarte a mí.
―Es que la serpiente ésa deja su olor en ti y no me gusta ―se le acercó al oído―. Ahí es donde vengo yo y lo chafo. ―Él le besó el cuello, haciéndole cosquillas―. Anda, admite que te gustan mis besos. Mis caricias son mejores que las suyas. Eso lo sabes.
Ella rió. Intentó quitárselo de encima, pero entre las risas que Jack le provocaba no tenía fuerza.
―¡Para! ¡Para! ¡Jack, por favor! ―Dijo entre carcajadas―. ¡Jack! ―Jack se apartó de ella, pero sus manos continuaron en su cintura―. Nos van a oír los niños.
―¡Pues que nos oigan! Eso es lo bueno del pacto éste, ¿no? Que ellos nos pueden ver juntos a nosotros dos.
Ella sonrió.
Se miraron intensamente.
Se amaban con todas sus fuerzas.
―Por favor, ¿puedes ir a llamar a los niños a cenar? Se va a enfriar la comida. Y de paso, llévate esto ―le tendió la fuente de puré.
―¡Marchando! ―Alegre, se fue para el salón. Parecía que le habían recargado las pilas. Cuando pasó por el recibidor gritó―. ¡Chicos, a cenar!
Dos portazos sonaron casi al unísono en el piso de arriba y poco después, unos pasos que se precipitaron con rapidez por las escaleras, hasta llegar al salón.
―¡La cena! ―Exclamó de pronto Erik. Fue hacia la mesa para sentarse en una de las sillas cuando vio que de uno de los sillones sobresalía una silueta de alguien que estaba sentado allí. La cara le cambió casi por completo y su rostro se tornó con cara de pocos amigos―. Hola, Chris ―la figura se movió y apareció entre el cabello castaño unos ojos azules fríos que lo miraron de arriba a abajo.
―¿Qué tal, Erik?
―Bien...
A Erik no le caía demasiado bien Christian. No era que lo odiase con todas sus fuerzas, pero no le agradaba demasiado su compañía. Se podía decir que simplemente, lo soportaba. Y cuando el chico se había planteado el por qué de su incomodidad hacia el hombre que era su tío no había sacado nada en claro. Que recordase, Christian no le había hecho nada malo, pero sin saber muy bien por qué, no le caía demasiado bien, que se dijese.
Aunque por otra parte, lo apreciaba, ya que Christian, por mucho que tuviese trabajo, se había pasado a verlos desde que Erik era pequeño, que recordase. Y además, de vez en cuando, le había traído un regalo, que curiosamente, siempre era lo que Erik quería.
Por otra parte, el sentimiento era parecido: a Christian no le hacía demasiada gracia Erik. Lo quería... a su manera. Lo había visto nada más nacer, y en ese momento, un gran sentimiento lo llenó. Pero, a medida que había ido creciendo, se parecía cada vez más a su padre, y aunque con el tiempo Christian había llegado a tolerar a Jack hasta el punto de apreciarlo, que hubiesen dos Jacks podía llegar a ponerle un poco nervioso, o al menos eso creía Victoria, porque si lo estaba nunca lo mostraba a los demás.
Simplemente lo saludaba y charlaba un poco con él porque amaba a Victoria y porque era hijo de ésta y apreciaba al muchacho, pero que a la vez era hijo de Jack. Y cómo no, el niño había sacado casi todas las cualidades de su padre, cualidades que a Christian no le hacían mucha gracia, que se dijese.
Pero no quedaba otro remedio: él era el tío de los niños, por lo que procuraba aparentar que se interesaba por ambos.
Justo en ese momento los pensamientos de Christian se vieron interrumpidos por una silueta joven y femenina, que vestida con unos vaqueros oscuros y una camiseta negra, apareció en el umbral del salón.
Era muy parecida físicamente a Christian: tenía los ojos azules claros, que miraban con curiosidad la actividad del salón, el cabello castaño claro al igual que él, sólo que a ella le caía en suaves ondas por la espalda, ya que lo llevaba más largo. Y además tenía la piel clara, lo que hacia resaltar su belleza femenina. Qué se podía esperar si eran padre e hija.
Los ojos de la chica observaron uno a uno hasta que se posaron en la fría mirada de Christian que, sentado la miraba fijamente.
En el rostro de la muchacha se dibujó una sonrisa. Christian se levantó del sillón y se acercó hasta ella.
―Hola Christian ―dijo cuando lo tuvo justo delante―. Me alegro de verte.
―¿Sólo eso?
Alison sonrió pícaramente. Sabía lo que había querido decir Christian con eso, y sin una palabra, lo abrazó.
Se podía decir que aquello era insólito: Christian sólo permitía a Victoria y a Alison que lo abrazasen, y nadie más. Al principio, cuando la niña era pequeña y lo abrazaba, no le gustaba demasiado, aunque no era del todo culpa suya ya que no estaba muy acostumbrado.
Pero cuando pasó un poco el tiempo y fue viendo que cada vez se iba pareciendo más y más a él, no la vio como un estorbo ni una intrusa, sino como parte de él, como parte de su alma, por lo que fue permitiendo cada vez más a la niña, hasta llegar al punto que cuando llegaba a la casa, esperaba que la pequeña fuese corriendo a recibirlo.
Y así era.
Justo después de que él llegase a la casa, y besase a Victoria, aparecía la niña en las escaleras y corría a abrazarlo. Y él la correspondía.
Era una escena bonita y familiar, según le comentó una vez Victoria a Christian en privado. Pero Jack, que los observaba siempre que estaba él por allí le pareció que, sabiendo cómo era Christian no tardaría nada en despachar a la niña, porque parecía que ella cada vez quería pasar más tiempo con él.
Pero no fue del todo así.
Apenas con cuatro años, la niña parecía saber cuáles eran los límites que tenía su tío, por lo que cuando ella creía que había pasado el suficiente tiempo con él, se despedía e iba a hacer otras cosas en su habitación.
Podría parecer una tontería, pero tanto Christian como Victoria lo agradecieron. Uno porque se podía sentir agobiado, y ella porque si la niña lo agobiaba en exceso sabía que él acabaría yendo a verla menos, y no deseaba eso.
Ya lo veía poco como para encima verlo todavía menos.
En ese momento, Alison se separó de Christian, mirándose a los ojos.
―Hueles muy bien.
―¿Sí? Me he puesto la nueva colonia. La que tú me regalaste.
―¿De veras? ―Sonrió levemente―. Me alegro. ¿Nos sentamos?
Christian se sentó en una de las sillas y Alison lo imitó, sentándose a su lado. Quizás no se pasasen todo el rato que se veían hablando, pero al menos ella podía estar cerca de él, aunque fuese sin mediar palabra.
A veces, las palabras sobraban.


La cena transcurrió como otra normal. Cada uno contó lo que le había pasado, unos rieron, otros se lamentaron, como Victoria, que odiaba a su profesor de pilates. Salía reventada cuando salía de sus clases.
Entre tanto, Christian se entretenía lanzando miradas cómplices con Alison, que gustosamente, se las devolvía. Parecía aquello un lenguaje mudo, que solo ellos dos conocían. En ocasiones, cuando los veía, Erik se ponía un poco celoso, aunque no se podía quejar mucho: él también tenía una relación muy cercana a su padre.
Entonces, en un silencio momentáneo que se produjo, sonó en la mesa la voz de Christian.
―Quiero que me acompañes mañana a la oficina ―dijo mirando a Jack.
Jack, a diferencia de Victoria, trabajaba. Aunque su trabajo era muy simple y bastante cómodo: era el guardaespaldas personal de Christian, es decir, de Chris Tara.
Al poco de llegar la familia a la Tierra, y de asentarse en una casa que les había comprado Christian, éste le ofreció a Jack ser su guardaespaldas personal.
A decir verdad, él era el único en el que podía confiar, que se dijese. Además, se conocían que hacía mucho tiempo... y los dos compartían la misma mujer. ¿Qué más los podía atar?
―Vale ―asintió Jack―.  ¿Para qué?
―Tengo que asistir a una reunión y necesito guardar las apariencias. ―¿Qué estrella del rock que se apreciase iba a una reunión sin guardaespaldas?
―Nunca creí que alguien como tu tuviese que guardar alguna apariencia ―le dijo Alison con cierta extrañeza. Siempre había visto a su tío con mucha personalidad, el tipo de persona que le importa un pimiento lo que piensen los demás de él. Pero ahora era diferente, por lo que veía.
―Ya ves.
―¿Y la reunión? ―Preguntó Victoria―. ¿Se trata de algún contrato?
―Sí ―afirmó―. Si lo firmo, me darán doce millones de dólares. A cambio, esta productora editará el nuevo CD que saque.
Doce millones, pensó Alison. Lo que viene a ser calderilla....
―¿Ya piensas sacar otro? ―Inquirió Victoria. Hacía menos de dos semanas que había sacado el último y a decir verdad, se estaba vendiendo como rosquillas.
No había duda: Chris Tara era el ídolo de muchas adolescentes... y de adultos también.
―No ―una media sonrisa apareció en su rostro―. No al menos hasta los próximos 2 años.


26 comentarios :


  1. Me ha gustado el prologo,no la veo razon por la que nadie ha puesto ningun comentario.
    como siempre,pone a Jack delante pero da lo mismo ya estoy acostumbrado.
    Me gustan tus capitulos haz mas por fa.

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    1. Hola Kirtashaiass7:

      Victoria pone a Jack como padre de los niños porque es el mas familiar de los dos. Christian tiene su vida como cantante y eso sostiene a la familia :D

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  2. Holaaaaaaaaaa,
    podrias responder nooooooooooooo!
    por fa Kiaraaaaaaaaaa.
    2Besooos;)

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  3. Hola Kirtashaiass7:
    Ya he contestado! x) perdon, que se me paso tu comentario...
    Un beso!

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  4. me ha encantado el prologo¡¡
    con lo unico que me he rayado mas ha sido con lo de que Jack sea el gusrdaespaldas
    por lo demas esta perfecto¡

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    1. Hola Ana Merlos:
      Me alegro que te haya gustado. Puse a Jack como guardaespaldas porque, como le iba a resultar imposible etar en casa sin hacer nada y como sabe luchar y eso, me parecio que lo mas acertado sería que Christian lo tuviera como guardaespadas, ya que se toleraban...
      :D
      Salu2!

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  5. Diooos!! Adoro Memoria de Idhún, mi trilogía favorita y ver esto aquí, escrito tan originalmente y tan bonito, me ha encantado! Casi se me saltan las lágrimas! ejej
    En cuanto tenga tiempo lo leeré con mucho gusto!! Un besoote^^

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    1. Hola Marina:
      Muchisimas graacias */////*
      Tú pasate por aqui cuando quieras y si te lees esta continuacion de Mdi me encantaria que me dieras tu opinion :D
      Un besoo! *3*

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  6. Um , ¿Alison es la hija de Kirthas verdad? Porque se llama Eva... Por lo demás me parece perfecto :)

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    1. Hola Chechazo Gomez:
      Sí, Alison es Eva Lune, lo pone arriba, sólo que a ella le gusta que le llamen Alison y no Eva. :D
      Gracias por leerlo y pasarte por aqui
      Un beso ;)

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  7. Esta genial pero no se porqe le llaman prologo ,es como un capitulo normal

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    1. Hola Anónimo:
      Yo tampoco sé muy ben orqué xD Supongo que es como a entrada al libro, aunque muchos lo llaman simplemente "Capítulo 1" xD
      Aun así, muchas gracias por pasarte y comentar ;)
      Un beso!

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  8. me encanta... sigue escribiendo

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    1. Hola Anónimo:
      Gracias :D ¿Leíste los otros capítulos? :3 A ver si te gustan tanto como este :)

      Un saludo!

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  9. muy buen prólogo! me ha encantado :)
    no dejes que tu talento para escribir se desperdicie
    saludos! ^^

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    1. Hola Anónimo:
      Muchas gracias, de verdad! ^^ Pues no tenía yo pensado en parar de escribir, así que creo que no se desperdiciará (?) x)

      Un beso y muchas gracias por pasarte y leerlo! :3

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  10. Hola, kiero darte las gracias por escribir este blog, gracias a vos puedo volver a mi hobby favorito y con uno de mis libros favoritos.... un saludo desde Argentina..

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    1. Hola Samanosuke:
      ¡¡Muchas gracias!! No sabia que se me leia desde Argentina.
      Un saludo muy grande desde esta parte de Internet ;)

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  11. Memorias de Idun es la mejor trilogia del mundo!!! Solo me e leído el prólogo pero me encaaaaanta:D Gracias de verdad, Bss

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  12. En el tercer libro Jack cae a un bolcán .Cómo sobrevive y no mata a Kirtash?

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    1. Amigo mio leelo entero te quedarás sorprendido de por qué no muere y de por qué no mata a Cristian

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  13. A mi tambien me encantó la triologia y cuando mi hermano mayor me dijo que en internet había una continuación fui directa a buscarlo.Y me gusta mucho asi que por fi sigue publicando capitulos tan geniales.Gracias

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  14. Hola, navegaba por la red y buscando unas cosas en blogger me apareció tu blog. Soy fan de Laura Gallego y me he leído la trilogía...
    Lo he leído, veo que hace bastante que lo sacaste pero mejor tarde que nunca XD
    Me ha parecido Buenísimo, me leo los otros capítulos.
    (Si eso también por eragon 5 que tambien me los leí..)
    No desperdicies tu talento, sigue asi!

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  15. Me ha encantado. Sólo una pega xq Victoria no trabaja?? Para mi sería una escritora fabulosa. Pero por lo demás esta muy bien sigue escribiendo

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