Capítulo Especial de Jack
"Entrenamiento"
Jack salió de la
sala de entrenamientos justo al sonar el último grito del profesor
que indicaba el final de la sesión. Volvió a envainar la espada y
la colocó otra vez en el estante. Se quedó mirándola por un
instante. Le había cogido cierto cariño a aquel arma. Era larga,
ligera y afilada. La empuñadura estaba recubierta por una tira de
cuero granate vieja que recubría lo que era la superficie del mango,
y en la empuñadura, cuando se acercaba a la hoja, se dibujaba con
suaves formas la cabeza de un dragón plateado, con poderosos
cuernos, que parecía morder la hoja del arma con furia, como
asegurándose de que no se separaban ambas partes.
Era fantástica,
pensaba Jack. Por supuesto, no era como Domivat, pero a estas
alturas, ya no guardaba ninguna esperanza de volver a empuñar su
espada nunca más. Idhún había quedado muy atrás y Domivad
pertenecía a él, a el pasado. Removerlo sólo iba a hacer que se
deprimiese aún más.
Lanzando un
profundo suspiro, se dio media vuelta y se marcho en dirección al
vestuario. En aquel momento lo que más ansiaba era una buena ducha
fría.
―Ey Jack ―gritó
una voz.
El profesor lo
miraba sonriente desde la otra punta de la sala. Estaba recolocando
las espadas en sus estantes. No había nadie más en la sala.
―Buen combate,
chico ―dijo el hombre, reconociendo el espíritu luchador de él―.
La próxima vez ten más cuidado con Jane, o la decapitarás.
Tranquilo, ¿ok?
Lo decía en tono
burlón, pero se advertía el aviso. Jack sonrió, cómplice. En
absoluto le apetecía hablar. Estaba sudoroso, molido, y las palmas
de las manos le dolían de la cantidad de fuerza con la que había
aferrado la espada.
Como ninguno de
los dos volvió a decir palabra, Jack dio el tema por zanjado y
marchó hacia las duchas. La próxima vez tendría más cuidado.
Ya en el
vestuario, agarró su bolsa de deporte y se metió del lleno en una
ducha vacía. Muchos hombre se desnudaban en el vestuario y pasaban
como Dios los trajo al mundo a las duchas. Jack, en cambio, no. No
era vergonzoso ni nada por el estilo. Lo que en verdad ocurría es
que, durante el tiempo que pasó en Idhún, las múltiples batallas
en las que se enfrentó dejaron algún estrago en su piel. No eran
muchas cicatrices, pero aun así, si alguien las veía, formularían
la típica pregunta que se hacía en estos casos: “¿Y cómo te la
hiciste?”Una vez tuvo que responder a esa pregunta, pero no fue
delante de ningún desconocido, sino de su hijo y la respuesta se le
atragantó tanto que desde ese momento decidió en que no había
ninguna necesidad de que supieran la verdad. Por lo que, otra vez
como muchas otras, pasó a la ducha con la ropa. El que inventó
aquel gimnasio era un tipo bastante inteligente, porque había hecho
los habitáculos de las duchas bastante espaciosas, colocando en una
de las paredes del cuadrado un pequeño banquillo de madera,
seguramente para depositar la ropa si alguien decidía entrársela
consigo.
Muy practico,
pensó Jack.
Dejó la bolsa de
deporte, se desvistió y abrió el agua fría al máximo. El contacto
del agua con la piel fue delicioso. Muchos dudarían de la cordura
del chico si entrasen en ese mismo momento en el habitáculo. Nadie
se ducha con agua helada en pleno Noviembre a no ser que esté mal de
la cabeza.
Nadie, salvo
Jack.
Aquellos momentos
en la intimidad, que ni siquiera el hogar es capaz de dártelos, eran
buenos para reflexionar sobre todo lo acontecido aquellos días.
Momentos para poner en orden las ideas.
Jack empezó a
reflexionar sobre lo que le había dicho James, su profesor de
esgrima, y se sintió fatal. Había hecho pagar a la pobre Jane, una
muchacha de 18 años aproximadamente, delgada, de pelo rubio y ojos
añiles, el enfado de él. Otra vez ―cómo no― se había enfadado
hasta la médula con Christian, y siempre era por lo mismo: su
carrera como cantante. Al parecer a Christian le habían ofrecido
promocionar en un mini-anuncio,
unos cascos de música, y le pagaban a cambio una suma importante de
dinero. Christian ―cómo no― lo había despachado de una manera
que rozaba la mala educación. Jack, que como guardaespaldas, había
estado junto a él en el momento de la trifulca, se había mosqueado
por las maneras usadas con el representante de la casa, y se lo
comentó a Christian.
―Te has
pasado ―le dijo justo después de que Christian le cerrase la puerta
en las narices al hombre.
Lo miró.
―Saben cómo
soy, lo que me gusta y lo que no ―susurró entre dientes―. Y esto
es una de las cosas que más detesto, Jack.
Y tenía razón,
pero las maneras que había usado con aquel pobre hombre no eran nada
apropiadas para una estrella del rock como lo era él, ni tampoco
humanas.
Es que él no
es del todo humano, había pensado para sus adentros.
―Sea como sea,
eres un icono para las masas, y debes de dar ejemplo.
Dar ejemplo
para Jack significaba tratar a la gente con educación, sin
gritarles, ni insultarles ni cerrarles la puerta en las narices,
justo como acababa de hacer Christian.
El joven cantante
no respondió ante aquello. Se limitó a volver a la silla de su
despacho, indiferente y le devolvió la mirada a Jack.
―¿Te vas a
quedar así? ―Le dijo molesto―. ¡Por Dios, Christian! ¡Tampoco
era para tanto!
―Tú no eres
quién para decirme lo que debo o no debo hacer Jack ―susurró
Christian, arrastrando las palabras con desprecio.
Y aquello fue la
gota que colmó el vaso. Lleno de ira y sintiéndose miserable y
humillado, Jack dio media vuelta y salió de la habitación,
cerrando la puerta tras de sí con suma violencia.
Hasta aquí podíamos llegar.
Dentro de él, había sentido cómo Yandrak luchaba con garras y
fuego por tratar de destripar a la serpiente. Lo único que podía
hacer en aquel momento era desaparecer del lugar, o la furia con la
que se desataría su dragón sería terrible.
Momentos más tarde, aparcaba el coche frente a la escuela de esgrima
Fire Swords. El cartel luminoso del local parecía parpadear
al ritmo del trafico de la pequeña avenida en la que estaba
expuesto.
El ambiente estaba caldeado cuando entró. Un par de muchachos
calentaban en un rincón del local.
Un hombre alto, y anchos de hombros, acudió a recibirle.
―¿Preparado Jack?―sonrió.
Y ese Preparado Jack se había convertido en una clase donde
el muchacho lo había dado todo de sí, golpeando con furia a su
contrincante: Jane. Horrorizada, seguramente la muchacha había
temido por su cuello más que nunca.
Pobre chica, pensó Jack
mientras se aclaraba el pelo. Sin duda, le debía una disculpa, y se
la daría en cuanto la viese.
Mientras, sólo le quedaba pensar, y acabar de ducharse.
Aunque dos sentimientos lo golpeaban sin tregua: por una parte,
estaba el odio que sentía hacia Christian, esa serpiente que todavía
no sabia por qué, seguía trabajando para él, pero por otra parte,
no se quitaba de la cabeza que casi por su idiotez, o tal vez fuera
por su inmadurez que Jane casi moría. Cegado por su ira, sin
quererlo, podía haberla matado en un mandoble de los suyos. Matar a
alguien, alguien que no representase una amenaza o un peligro para él
no entraba en sus planes.
Ni ahora ni nunca.
Suspiró largamente. Todo esto casi le costaba la vida a una persona.
Cansado de darle vueltas y más vueltas al asunto, decidió poner
punto final al tema. Cerró la ducha, se secó, se vistió y salió
del vestuario con la bolsa de deporte al hombro. El aire frío de la
noche le golpeo en la cara cuando puso un pie fuera del gimnasio.
Hacia poco menos de media hora que había anochecido, aunque todavía
se seguía viendo gente ataviada con enormes abrigos de plumas cruzar
de una punta a otra la calle, con prisa. Seguramente estarían
calados hasta los huesos del viento frío que corría.
Si se piensan que esto es frío es que no han estado en Nanhai,
pensó para sus adentros Jack
sonriendo, y echó a andar por la semioscura calle. Tenia en coche
aparcado encima del bordillo al otro lado, justo en la dirección
contraria en la que se dirigía. Pero no pensaba coger el coche. No
al menos en ese mismo momento. Antes quería despejarse, respirar un
poco. Pero en soledad. No le apetecía la compañía de nadie.
Aquella noche era únicamente de él y de nadie más.
El Hot coffee
era una pequeña cafetería―bar que estaba situado en la esquina de
una calle secundaria. Era bastante grande, con las paredes de cristal
en su plenitud y las mesas redondas, de patas blancas y madera
oscura. Aquel garito llevaba cerca de 20 años abierto y sin duda,
había visto mejores tiempos. La ampliación de la ciudad no le hizo
ningún bien. Por lo que Jack sabía, el propietario original había
acabado arruinándose y lo mismo le había pasado al estado del
local, aunque ahora que había cambiado recientemente de dueño
parecía que poco a poco, recuperaba su esplendor perdido.
―Gracias ―dijo Jack cuando la camarera le sirvió un sándwich y
una Pepsi.
―Estaré por aquí si me necesitas ―le guiñó un ojo, y se alejó,
moviendo de manera provocativa las caderas.
Jack se quedó embobado mientras la veía alejarse. Sacudió la
cabeza. ¿Acababan de coquetear con él? Sí, y además de forma
descarada. Dicen que a los hombres les gusta que de vez en cuando una
chica les recuerde lo guapos que están, pero Jack no era de esos. Es
más, a pesar de tener casi 30 años―aunque aparentaba sólo19―,
de que hubiera luchado en varias batallas y de que tuviera un alma de
dragón todavía seguía ruborizándose ante cosas como aquello.
Suspiró.
Si le dijera que estaba casado y con dos niños...
Bebió un trago de la Pepsi y miró a través del cristal,
devolviéndole éste su propio reflejo. Fuera, una triste farola
alumbraba la calle, iluminando en su aureola dos coches un tanto
viejos ya, que permanecían inmóviles hasta que sus respectivos
dueños los arrancasen para largarse de aquellas frías calles donde
la oscuridad era la protagonista. Giró la cabeza y decidió
centrarse en el sándwich que le aguardaba en el plato. Tenía un
hambre voraz después de haberse pasado casi 3 horas de duro
entrenamiento y no pensaba esperar más tiempo a devorarlo. Le dio un
par de mordiscos y se creyó en el cielo.
¡Está buenísimo!, se dijo
para sí mismo. Era por esa razón que siempre iba a aquel
establecimiento. A pesar de la pinta que pudiese tener, el cocinero
del local, Lafayette, hacía virguerías con la comida, transportando
a Jack hasta el noveno cielo.
Pasaron poco más de diez minutos hasta que la campanita de la puerta
sonó de nuevo, aunque Jack estaba tan metido en su comida que no se
volvió para ver al nuevo cliente que acababa de llegar. Aunque éste
sí que se giró para verlo. Es más, lo reconoció.
―¡Jack!
El muchacho, con la boca llena, ladeó la cabeza para ver quién
interrumpía su comida.
Impresionante.
No era nadie más ni nadie menos que Jane.
Hablando del rey de Roma...
Tragó como pudo la comida, que casi hace que se atragante justo en
el momento en el que vio que Jane, sonriente, se precipitó hacia su
mesa.
―¡Vaya! ¡Esto sí que es una coincidencia!―exclamó alegre
mientras se sentaba en el asiento de enfrente de él y se quitaba el
abrigo rojo que llevaba sobre los hombros―.¿Qué hace un chico
como tú en un lugar como éste?
―La...la comida está buenísima―dijo tartamudeando.
Casi la decapito y está tan feliz...
―¿De verás? Nunca he comido aquí.
―¿Tienes hambre? ―Preguntó el joven, todavía un poco
impresionado por la aparición de la chica.
―Un poco sí.
―Vale. Te invito a algo.
―¿Qué? No Jack. No quiero que pagues tú ―se negó Jane.
―¿Y que hay de malo? ¿Acaso no puedo invitar a una amiga del
entrenamiento a tomar algo?
Fue pronunciar la frase y de pronto, como si lo hubiese escuchado
mentalmente, la camarera que había coqueteado momentos antes con
Jack se plantó delante de la mesa con la libretita y el bolígrafo
en las manos.
―¿Qué vas a querer guapo?
―Vale. Tráigale a mi amiga una Pepsi y un sándwich
especial, por favor.
Si las miradas matasen, Jane habría sido fulminada al instante y
aquella camarera habría pasado a ser enemigo público número uno.
La mujer lo apuntó de mala gana y se largó de la mesa con sus altos
tacones negros. Jack volvió la vista hacia su acompañante que como
él, había visto la mirada de la mujer.
―Vaya... ―empezó el.
―Creo que ésa quería algo más que tomarnos nota, Jack ―Jane
levantó una ceja como si quisiera marcar el doble significado de su
frase.
―Te gusta la Pepsi,
¿verdad? ―cambió de tema rápidamente. Le incomodaba hablar de
semejante tema con alguien al que apenas conocía.
―Sí, claro. Mucha gente dice que
nota la diferencia entre la Coca-Cola
y la Pepsi, pero yo no
soy de ese grupo.
―Yo tampoco ―sonrió el muchacho.
―Y ¿qué haces por aquí? ―preguntó Jane―. Cuando te he visto
salir tan rápido del gimnasio creí que tenías que irte por algo
urgente.
―¿Qué? No, no. Era que el agua de las duchas me ha dado un poco
de hambre. Nada más.
Es que casi te corto la cabeza y me daba vergüenza plantarme
delante de ti, sólo éso, pensó.
Suerte que Jane no tenía poderes telepáticos.
Justo en ese momento, la camarera regresó con el pedido de Jack y lo
depositó sobre la mesa, no sin guiñarse antes un ojo a Jack. Pero
éste no lo vio, aunque Jane sí. La camarera volvió a irse.
La chica agarró un trozo del sándwich y se lo llevó a la boca.
―¡Está buenísimo!―balbuceó con la boca medio llena.
Jack sonrió.
―¿Verdad? Me encanta este sitio por eso. En ningún lugar de Nueva
York los hacen igual.
―Ya lo creo ―aprobó ella―. Y dime, ¿por dónde vives? Siempre
te veo desaparecer en coche cuando acaban las clases.
―Bueno, yo...
―¿Qué? ¿Vives con tus padres?
―¿Yo? No, qué va ―negó azorado el chico. No quería dar la
imagen de un chico casi adulto que todavía viviese con sus padres―.
Tengo un piso casi a las afueras.
―¿A sí? Y, ¿estudias o trabajas?
―Estudio.
Mentira y gorda, pero al fin y al cabo, ella no lo sabía.
―¿El qué?
¿El qué? ¡Pues una carrera! A ver si te crees que me pongo a
estudiar las baldosas del suelo de mi casa, pensó
molesto. Jane se estaba haciendo un poco pesada en cuanto a preguntas
se refería. Las primeras habían sido fáciles de responder, sí
pero ¿y aquella? Podía decir una carrera al azar, pero por
casualidad Jane podía conocer a alguien de la universidad que negase
la existencia del chico por aquellas aulas. Era una idea exagerada,
sí, pero hoy en día con Facebook
todo era posible.
―Pues... telecomunicaciones.
―Vaya ―admiró la chica―. ¿Y qué tal está la carrera?
―Bien, no está mal ―dijo con simpleza, como si esa carrera fuese
un paseo en bici―. Por cierto, Jane, ¿cuántos años tienes?
―Dieciocho ―sonrió dando un trago a su vaso―. Los llevo bien,
¿eh?
―Sí ―aquella ocurrencia le sacó una sonrisa―. Y ¿estudias?
―Bellas artes.
―¿De veras? Eso significa que te gusta dibujar, ¿no?
―Sí, mucho. Llevo dibujando desde que tenía... nueve años y
desde entonces me apasiona dibujar.
―Vaya... ―dio un sorbo de su Pepsi―. Yo antes dibujaba,
bastante bien, la verdad. Me gustaba bastante, pero lo fui dejando poco a poco y ya no lo he
vuelto a tocar, aunque me gustaría volver a retomarlo. Seguro que ahora cualquier cosa de trace me sale pésimamente mal.
―Si quieres, yo puedo enseñarte ―se ofreció Jane.
Jack la miró y sonrió.
―Gracias Jane, pero he exagerado: no soy malo, soy peor.
Ambos se echaron a reír. Era cierto que hacia demasiado tiempo que
Jack no tocaba un papel ni un lápiz para ponerse a dibujar. En
ningún momento lo había necesitado, aunque cuando Erik empezó a ir
al colegio con apenas tres años y le mandaban la típica hoja de
ejercicios de dibuja un coche o pinta la casa, pues ahí
el niño había necesitado cierta ayuda. Al principio Jack, queriendo
ejercer de la figura paterna que le tocaba representar, se ofreció
para ayudar a su hijo, pero no pasaron ni diez minutos hasta que, con
una vocecilla sutil dijo: Victoria, ¿cómo corcho se dibuja un
coche? Y desde entonces, se había dado cuenta que la pintura no
iba con él.
Permanecieron ambos en silencio, más que nada porque Jane estaba
acabándose su comida y con la boca llena no se la iba a entender en
absoluto. Jack aprovechó el momento para mirar por la cristalera de
nuevo a la calle, melancólico, pensando mentalmente mil maneras de
solucionar su altercado con Christian. Tenía varias opciones. La
primera: matarlo. Sonrió. Eso sería muy efectivo, ya que cortaría
la fuente de problemas de raíz, aunque estaba por medio Victoria,
cosa que le fastidiaba el plan A. La segunda sería decírselo a
Victoria, a ver qué opinaba. Pero, ¿qué tenía que ver ella en un
altercado ocurrido entre ellos?
Nada, pensó Jack. La tercera opción ―y la más sensata
quizás― era no decir una palabra del asunto y olvidarlo, como si
nunca hubiera existido. Eso sería lo mejor, ya que todo se olvidaría
y las cosas volverían a su cauce. Aunque sin embargo, a él le
costaría olvidar una ofensa así.
Mejor olvidarlo, se dijo a sí
mismo entre dientes.
―Es un poco tarde ya, ¿no?
Jack ensimismado, volvió la vista despistada hacia la chica sin
saber lo que le había preguntado.
―¿El qué?
Jane sonrió abiertamente. Siempre lo había visto serio o alegre,
como en esa tarde, pero despistado nunca, lo que le hizo mucha
gracia.
―Decía que se estaba haciendo un poco tarde ya.
Jack miró instantáneamente el reloj.
―Sí que es tarde. ¿Nos vamos?
―Vale ―Jane se puso el abrigo sobre los hombros y la bufanda que
llevaba―. Voy a pagar.
―¿Qué? No, voy yo.
―Déjame Jack. Llevo un poco de dinero encima.
Jack, más rápido que ella, había sacado un billete de veinte
dólares y andó rápidamente hacia la barra del local donde esperaba
la camarera. Estaba apoyada delante de la barra, con pinta de estar
cansada, mascando chicle con la boca abierta sin ningún reparo y los
pies cruzados delante de ella. Con los ojos pintados con un excesiva
cantidad de rímel y sombra negra, miraba el reloj que había encima
de la puerta de los lavabos, esperando quizás la hora a la que le
tocaría ser libre de aquel calvario, pero al parecer, su actitud
cambio cuando vio aproximarse Jack hasta donde ella estaba. Se puso
totalmente recta, se tragó el chicle y alisó su falda.
―Hola guapo. ¿Qué quieres?
―¿Me cobras? ―mostró el billete que llevaba en la mano.
La mujer miró hacia la mesa y calculó mentalmente la cuenta.
―Serán en total trece con veinte, ¿o tu amiga paga a parte?
―No. Todo junto.
―Bien―susurró cogiendo con sus largas uñas rojas el billete. Se
dirigió a la caja registradora y la abrió.
―No te preocupes ―dijo Jack delante de la barra. La mujer se
volvió, extrañada―. Quédate el cambio.
Y le guiñó un ojo. Aquello descolocó todavía más a la mujer, que
le sonrió a su vez, pero ésta vez con una sonrisa sincera,
guiñándole un ojo.
―Hasta la próxima Jack.
Jane, que observaba la situación desde la puerta, ya ataviada con su
abrigo de paño, salió en el momento que el muchacho le abrió la
puerta de la calle.
―Bueno, ―suspiró ella― yo me voy ya por aquí, Jack. Gracias
por la comida.
―Si quieres te llevo en coche ―se ofreció el chico―. Lo tengo
aparcado aquí al lado.
―Gracias, pero no quiero darte más problemas. Yo cojo ahora
después el metro y me deja en la puerta de mi casa.
―Jane, no mientas que sé que tienes que andar un buen trozo hasta
tu casa. El otro día te oí comentarlo en el gimnasio.
La chica bajó al mirada y se pasó la lengua por los labios. La
habían pillado.
―Entonces, ¿te llevo?
Jane levantó la mirada y vio que sonreía. Sonrió.
―Vale.
Empezaron a andar en silencio por la calle, iluminada a penas con un
par de farolas. No tardaron en llegar al coche, que estaba a unos
doscientos metros de ellos, aparcado encima de la acera, inmóvil
ante el frío de la noche. Jack apretó el botón de la llave y las
luces parpadearon.
―Vaya ―dijo impresionada Jane―. ¿Éste es tu coche?
―Sí. No es un deportivo pero a mí me gusta bastante ―admitió
simplemente.
―Está genial.
Jane se sentó en el asiento del copiloto y cerró la puerta.
―Bien, pues vámonos.
Y el coche se movió, poniéndose en marcha por la calle que habían
recorrido momentos antes. Jack encendió la calefacción.
―¿Quieres música?
―Vale ―Jane encendió la radio―. Elijo yo la emisora.
Empezó a tocar botones y pronto, una melodía un tanto pegadiza y
con mucho ritmo empezó a sonar.
―¿De quién es? Me suena pero no logro identificarlo.
―¿No sabes quién es? Es Madonna con la canción Give
all your love.
―¿Es ésta? ―si era eso, su oído musical se había ido al
traste. Qué viejo se sentía.
―Más o menos. Esta versión es un remix que ha hecho con LMFAO
y Nicky Minaj
―Ah ―suspiró aliviado―. Empezaba a pensar que ya me había
hecho demasiado viejo.
La chica rió ante ello, y como si se sintiera más cómoda ahora más
que antes, empezó a mover la cabeza al ritmo de la música. Jack la
miró y la imitó. El coche se incorporó a la avenida. La casa de
Jane estaba un poco a las afueras, un tanto lejos de la academia. No
vivía especialmente en una casa acomodada. Su familia no tenía
demasiados recursos, pero se esforzaba en que al menos, uno sus
miembros saliese adelante con su vida.
Cuando la canción acabó, Jane paró de mover la cabeza y los
hombros al ritmo.
―Está genial, ¿a qué sí?
―Sí, genial. Tengo que buscarla en Internet ―dijo sonriendo.
―Si quieres luego te la paso por el móvil ―se ofreció, mirando
por la ventanilla.
Entonces, Jack se acordó de que tenía algo pendiente. Le debía una
disculpa a la muchacha por el violento entrenamiento que le había
echo pasar, donde así le dejaba sin cabeza.
―Jane, yo... ―empezó. La chica volvió la cabeza y lo miró―.
Me he pasado en el entrenamiento y lo siento muchísimo.
―Bah, no pasa nada ―sonrió―. Seguro que hoy tenías un mal día
y necesitabas desahogarte. Todos tenemos días así. No necesitas
pedirme perdón.
Jack se sorprendió. ¿Acaso le había leído la mente? ¿Sabía lo
de su enfrentamiento con Christian? No, era imposible, pero al menos,
lo entendía y entendía, por encima de todas las cosas, que había
necesitado desfogarse, desahogarse. ¿A ella también le habría
pasado lo mismo?
―Gracias ―dijo simplemente.
Jane volvió a sonreír. La mecha rosa que llevaba en el pelo brilló
cuando una de las luces de la calle la iluminó. Jane era muy buena
chica, comprendió Jack. Siempre llevaba botas parecidas a las de
soldado, pantalones o falda, una camiseta holgada la mayoría de las
veces y su pelo, rubio con un mechón de color rosa siempre suelto
―Gira por aquí, y es al final de la calle ―indicó la chica―. El
edificio de ladrillo rojo.
Era una calle secundaria, estrecha pero lo suficientemente ancha para
que pasasen un coche junto a una moto. Jack paró frente al portal
del edificio y apagó el coche.
―Bien, pues ya hemos llegado.
―Muchas gracias Jack, pero no tenías por qué.
―No iba a permitir que vienes hasta aquí con el frío que hace
Jane.
La muchacha sonrió. Se quedaron en silencio mientras Jane se ponía
el abrigo y la bufanda roja. Cuando estuvo lista, abrió la puerta y
salió del vehículo. Fue hasta el asiento del conductor y Jack abrió
la ventanilla
―Bueno ―dijo―, a ti ahora te toca ir hasta tu casa, ¿no?
―Sí. Me voy a la cama de cabeza.
―Sí, que mañana tienes que ir a la uni.
Jack se quedó extrañado pero Jane seguía hablando.
―Me voy, que hace frío. Ya nos vemos el jueves, en la próxima
clase de esgrima, ¿no?―sonrió.
―Claro.
Se hizo un silencio momentáneo mientras que la chica buscaba las
llaves de su casa en el
―Bueno ―empezó cuando las encontró―. Supongo que me darás dos
besos de despedida.
La chica se acercó hasta él y Jack le dio un beso en la mejilla y
cuando giró la cabeza para el segundo beso, Jane lo interceptor y
sus labios chocaron, fundiéndose en un beso. Jack se quedó
paralizado ante aquel contacto pero Jane no se separó, sino que
reaccionó, besándole con ternura.
Cuando separó sus labios de los de él, lanzó un suspiro al aire
que se convirtió en vapor al salir de su boca. Estaba a escasos
centímetros de Jack, que la miraba con ojos muy abiertos y con los
labios entreabiertos, sorprendido hasta la médula.
La chica lo miró intensamente y se mordió el labio inferior. Le
había gustado. El muchacho la miró directamente a los ojos y lo
vio: ella lo quería, lo amaba en silencio. No necesitó meterse en
su cabeza ni que ella se lo dijera, simplemente aquella forma que
tenía la chica de mirarlo lo decía todo.
Jane se separó más de él y colocó un mechón de pelo que le caía
por la cara.
―Nos vemos el jueves Jack ―murmuró con suavidad.
Y sin decir nada más, abrió la puerta del portal y desapareció
dentro.
Jack, en cambio, necesitó unos minutos más para llegar a reaccionar
y subir la ventanilla, porque se estaba quedando helado.
Todavía seguía con la boca abierta.
―Me ha besado... ―murmuró.
Un poco más despierto, encendió el coche, le pisó al acelerador y
se largó de allí en dirección a su casa. Las dudas le comían la
cabeza.
¿Se lo debía contar a Victoria? Y si lo hacía, ¿qué iba a decir
ella al respecto?
De todo el asunto, sólo sacó una cosa en claro:
Nota mental: cambiar de gimnasio de esgrima.
Hoola!
ResponderEliminarMee ha encantadoo!
Estaa muuy bieen, pero pobre Jane ¿no?
Besetees, sigue escribiendo asi de bien.
Bye
A mi tambn me ha gustado
ResponderEliminarMe alegroo :D
EliminarPor si no lo sabes, on capítulos que no tienen nada que ver con la historia de MEMORIAS DE IDHUN y se hacen mediante encuentas que cuelgo. El canador del concurso es el protagonista de un capítulo :D
un beso y gracias por pasarte y dejar tu opinión ^^
Está buenísimo, esto tiene continuación? ojala que sí,porque yo también me quedé helada con el beso que le dio a Jack... Me pregunto qué pasaría si no se lo cuanta a Victoria y Christian le lee la mente...
ResponderEliminarTe gusta? Gracias ^^
EliminarPues hasta que tu no me lo has dicho no se me había pasado por la cabeza hacerle una continuación, la verdad :D
No creo que Jack lo cuente a Victoria lo del beso. Al fin y al cabo ha sido Jane la que se le ha lanzado >^< jejejeee
Un beso Laura Gisela, y espero que te siga gustando la continuacion de Memorias de Idhún :D
Está muy bien, espero que puedas hacer una continuacíon para ver que pasa con Jane y el beso.
ResponderEliminarBssss :)
Hola :D
EliminarEn principio este capítulo no iba a tener continuacion, pero ya eres la segunda persona que me lo pide xD Me lo tendré que pensar, sinceramente...
Un saludo ;)
Domivat es con t!!
ResponderEliminarUps. Se me ha colado la D xD
EliminarGracias por darte cuenta. Ya esta cambiado :D
Me encanto!!tienes que seguir escribiendo qe se te da muy bien !!!
ResponderEliminarPor cierto , la ultima pqrte es un poco inesperada pero mola.
Hola Anónimo:
EliminarGracias por el cumplidoooo ^^ Sí, seguiré escribiendo, de eso no tengo duda :D
La última parte...jejejeje... sí, más o menos xD
Saludos!
jack si dibuja muy bien
ResponderEliminareso se decubre en la resistenca en ek capitulo 4
cuando no saben donde estaba kirtash
Si, yo pensaba lo mismo, además en el capítulo uno (creo) de despertar Jackson dicd o piensa que sus blocs de dibujos estaban llenos de bocetos solo de Victoria
Eliminar