CAPÍTULO
3
El
interior de Las Vertebradas
Llevarían
no más de diez minutos cabalgando, pero para las dos jóvenes se les estaba
haciendo una eternidad. No se veía nada, nada a más de medio metro del caballo,
lo suficiente para que el animal no tropezase o poder desviarlo por culpa de
una rama baja en el camino y por esa razón avanzaban con pasmosa lentitud. El
aire allí dentro era seco y la niebla especialmente densa. Ismira tuvo que
agudizar al máximo todos sus sentidos, ya que de vez en cuando se acercaban a
un árbol y había tenido que esquivarlo. Dayeli, a su vez, se apretaba contra su
capa según vio su amiga. Posiblemente tuviese frío. Habían ascendido por las
faldas de las montañas y aunque no era una altitud considerable, en Las
Vertebradas el aire era siempre más fresco. Además, Dayeli llevaba vestido.
Ismira por su parte, había sido más “previsora” y había optado por vestir ese
día pantalones largos negros y una camisa blanca. A decir verdad, los
pantalones le gustaban mucho más que el vestido, y aunque su madre intentaba
por todos los medios que su hija vistiese los vestidos que guardaba en el baúl,
la joven era reacia casi todas las veces a ponérselos. Prefería cien veces
antes un pantalón.
Pasaron
un par de minutos cuando se oyó en el bosque un aullido de lobo, que logró
ponerles de el pelo de punta a las chicas. Se empezaban a adentrar en el
interior de Las Vertebradas, hogar de los lobos. Tendrían que darse prisa si no
querían encontrarse por sorpresa con ellos, o tambien si no querían perderse.
La nieve empezaba a cubrir poco a poco el suelo y enfriaba el aire, borrando a la
vez el camino que habían seguido.
—Por
aquí no veo moras —la voz le temblaba levemente a Dayeli—. ¿Y si nos damos la
vuelta?
—Tú
vete si quieres. Dayeli. Yo prefiero seguir adelante.
—No.
Soy tu amiga y no te dejaré sola —dijo con la voz llena de valentía falsa.
A
medida que iban avanzando, la niebla les pareció todavía más densa que al
principio. Casi ya no se veía lo que se tenía alrededor.
De
pronto, el suelo tembló.
Fue
apenas por un par de segundos, pero los necesarios para que los caballos se
encabritasen, nerviosos. Las muchachas hicieron todo lo posible para calmarlos,
y cuando parecía que los tenían controlados, el suelo volvió a temblar solo que
esta vez con más fuerza que con la anterior. Las chicas no se esperaban una
segunda sacudida por lo que las pilló por sorpresa y, a pesar de aferrarse con
fuerza a la brida de sus caballos, éstos las arrojaron al suelo y salieron al
galope sin jinete, perdiéndose en la espesura. Ismira cayó casi de espaldas
sobre el lecho de rocas, pero se giró en el momento adecuado, raspándose sólo
el antebrazo. Se incorporó un poco, todavía aturdida por la caída y buscó con
la mirada a Dayeli. Ella también había caído sobre el duro suelo de roca, con
la mala suerte de golpearse en la cabeza.
Un hilo
de sangre le caía por la sien.
—¡Dayeli!
Ismira
no logró evitar toser. La garganta le escocía horrores y se preguntó por un
instante si sería a causa del aire. Se acercó hasta Dayeli, arrodillándose a su
lado.
—Me
duele... —se llevó la mano a la cabeza.
Ismira
examinó la herida y determinó que se trataba sólo de un rasguño.
Todo lo
que sabía acerca de golpes y heridas se lo había enseñado su padre. También le
enseñó a orientarse, a leer mapas, cazar, recolectar, tejer... Es decir, había
enseñado todo lo que él sabía a su hija para que ésta pudiese ser algún día una
mujer de provecho y sobretodo, que pudiera valerse por sí misma llegado el
momento.
Tal y
como tenía que hacer ahora.
—¿Y los
caballos? —Susurró Dayeli.
Ismira
miró hacia donde había visto desaparecer a los animales. No veía más allá de
medio metro.
—Se han
marchado. No creo hayan ido demasiado lejos. Probablemente...
De
pronto, el suelo volvió a temblar por unos instantes. La voz de Ismira se
quebró y la muchacha se mantuvo quieta. Aquello era muy extraño.
Que
supiese, en las Vertebradas no había volcanes. ¿Entonces?
Se
irguió y agudizó el oído al máximo, intentando captar algo. El silencio en el
bosque era casi absoluto, roto en parte por la respiración agitada de Dayeli.
—Dayeli
calla —le indicó Ismira, mirando la niebla, dándole la espalda a su amiga.
La
chica siguió respirando fuerte. No lo podía evitar. Siempre lo hacia cuando
tenía miedo, y aquel momento era uno de ellos.
—¡Dayeli
cállate! —La muchacha obedeció y trató de respirar sin hacer tanto ruido.
Ahora
el silencio era absoluto.
El
viento sopló levemente en dirección contraria a Ismira. Traía consigo un olor
extraño... El suelo se estremeció de nuevo, aunque esta vez parecía que el
centro del temblor estaba más cerca de donde estaban. Ismira se puso de pie,
encarando a la niebla. Allí había algo, algo cuyo olor era traído por el
viento, pero que ella no sabía identificar y eso era extraño. Su padre le había
enseñado desde niña a cazar, y uno de los pilares principales de la caza era
saber distinguir los diferentes olores de cada uno de los animales pero, ella
en toda su vida jamás había olido algo semejante.
El
suelo bramó una vez más. Ismira deslizó su mano por debajo de su chaqueta de
cuero negro y desenvainó una daga que llevaba en el cinto, y la elevó. El arma
tenía la hoja un poco más larga de una daga habitual, pero lo suficientemente
larga como para defenderse de un posible atacante sorpresa. Había sido un
regalo de su padre, pero no correspondía con ningún cumpleaños. Roran temía por
la seguridad de su hija así que mandó forjar una daga con sus iniciales en la
hoja y con ella, le había enseñado a emplearla a la hora de defenderse en
distancias cortas como para despellejar a una presa de caza. También sabía
usarla como arma arrojadiza y, sin lugar a dudas y con su padre como maestro,
había aprendido a utilizarla perfectamente, y siempre la llevaba prendida en el
cinto cada vez que salía al bosque. Y en aquel momento debía estar preparada
para enfrentarse a cualquier cosa que hubiera escondida detrás de la niebla.
El
suelo volvió a temblar, pero esta vez con más violencia, pero seguía sin
aparecer nada. Los troncos de los árboles se balancearon con furia, amenazando
con caerse, derribados. Ismira se volvió en todas direcciones, con la daga en
alto, lista para atacar. Una sacudida de
nuevo, y volvió temblar, pero esta vez no cesó, retumbando cada vez más cerca
de donde estaban las muchachas. La mano que aferraba la daga en el aire
temblaba con nerviosismo. El miedo empezaba a inundar el cuerpo de Ismira. La
joven sacudió la cabeza, intentando quitarse aquella sensación de encima.
Respiró hondo y, haciendo de tripas corazón, aguardó en silencio.
De
repente, el terremoto aquel cesó súbitamente. Ismira miró a todos los lados,
pero no consiguió ver nada. Justo en aquel momento, apareció entre la bruma una
sombra. Sonó un bramido y de golpe, una potente luz rojiza brilló detrás de la
niebla, sonando igual que las llamas al crepitar, justo por encima de los
arboles más próximos a la chica.
La
muchacha se quedó sin aliento.
La
sombra que se alzaba delante de ella era inmensa y sobretodo, se encontraba a
escasos metros de ella, oculta tras una capa de niebla. Ismira quiso retroceder
para situarse a una distancia prudencial de aquello, pero las piernas no le respondieron.
Algo le
decía que había encontrado lo que venía buscando. La enorme figura se movió y
apareció de nuevo la intensa luz roja, pero esta vez atravesó la barrera de
niebla, y por fin vio de lo que se trataba.
No era
una simple luz, sino una potente llamarada roja. Sin duda, lo que fuera que
estaba allí era el causante de ésta.
Ismira
se mantuvo en guardia y en ningún momento bajó su daga. Lamentó no haber tenido
una espada a mano con la que defenderse. Sin duda habría sido la mejor opción.
Lo único bueno era que ella se sabía manejar muy bien con las armas de hoja
corta. Roran le había enseñado a utilizar un poco con todos los tipos de armas
que existían, pero ella había destacado en el dominio de dagas y cuchillos.
Y ahora
allí tendría que demostrar todo lo que sabía.
De
pronto, se escuchó un rugido y entre la niebla, justo delante de la chica
apareció algo gigantesco en lo alto, que descendió hasta situarse a su altura.
Ismira lo miró con rapidez y parecía que era... ¿una cabeza? ¿Una cabeza... de reptil?
Fue
entonces cuando la silueta se movió y entró en su totalidad en el campo de
visión de la joven.
Al
corazón de Ismira se le olvidó latir por un instante.
Un
dragón se alzaba delante de ella con las alas desplegadas. Era magnífico, a la
par que grandioso y parecía que la estaba mirando, con aire amenazante.
Ismira
se quedó paralizada, olvidándose de todo lo que le rodeaba. Dayeli desapareció
para su mente, al igual que los caballos, el bosque de Las Vertebradas y las
dichosas moras. Para ella sólo existía ahora el dragón.
Es...
fascinante.
A pesar
de la escasa luz que había, pudo ver que el color de sus escamas era como el
mar: azul.
Azul...
De
pronto, le vino a la mente una leyenda que le contaba su padre y que la había
estado escuchando desde que no era más que una niña. Aquella leyenda contaba la
historia de un joven elegido por el destino cuya montura era un magnífico
dragón del color del zafiro. Un Jinete de dragón que liberó al mundo de la
opresión de un mago que los había tenido sometidos. El dragón de la leyenda era
azul oscuro como aquel, y el nombre del Jinete era...
Se
quedó extrañada. Ahora no recordaba el nombre del joven...
El
dragón se movió, acercándose a ella. El suelo temblaba a cada paso que daba el
reptil.
Entonces
era de ahí que venían los temblores -pensó
Ismira.
El
dragón se situó justo delante de ella. Ismira seguía manteniendo la daga en
alto, dispuesta a atacar en cualquier momento, pero lo que hizo el reptil la
desconcertó por completo. Su cabeza descendió hasta la altura de ella y, la
estudió con su mirada.
Te
saludo Ismira, hija de Roran, y Dayeli, hija de Horst.
Ismira
se quedó helada, al igual que Dayeli. Esa frase la habían oído... ¿dentro de
sus cabezas? Pero, aquello era imposible. Además, allí no había nadie más aparte
de ellas y...
El
dragón azul la seguía mirando con atención.
—¿Cómo
es que sabes nuestros nombres? —Le habló a la criatura—. ¿Cómo es que hablas?
Os
conocí cuando eráis pequeñas —la voz
volvió a sonar dentro de la cabeza de Ismira, pero esta vez con un deje de
simpatía—, pero ahora no hay tiempo para presentaciones. Necesito vuestra
ayuda.
No
había duda: era el dragón el que hablaba. La idea en sí sonaba absurda para
Ismira, pero era la primera vez que se cruzaba con uno, al igual que la primera vez que uno
de ellos requería su ayuda, por lo que no iba a negarse.
Ladeó
la cabeza para ver dónde estaba Dayeli. La muchacha se había puesto de pié y
observaba, desde cierta distancia, la escena. Ismira le indicó que se acercase
y ella lo hizo, pero con recelo. Cuando estuvieron las dos a la misma altura,
la voz de Ismira se alzó de nuevo.
—Te
ayudaremos —afirmó como si adivinase los pensamientos de su amiga, que
pensaba igual que ella.
Por un
momento, el enorme reptil pareció sonreír.
Bien.
Subid sobre mi lomo. Os llevaré hasta donde está él. No hay tiempo.
—Espera
—se detuvo Dayeli—. ¿Has dicho... sobre tu lomo?
Sí.
Venga, subid.
El
dragón agachó todo su cuerpo para que las jóvenes pudieran subir sobre su lomo.
Pero ellas no parecían demasiado convencidas con la idea.
—¿Y si
nos caemos? —inquirió con extrañeza.
No
os caeréis. Vuelo bien.
—Un
momento, ¿qué? ¿Vamos a ir volando?
Es
la forma más rápida para llegar. Por favor, el tiempo apremia. ¡Deprisa!
Ismira
pareció pensárselo dos veces, pero antes de que pudiese contestar la voz de
Dayeli se alzó a su lado.
—Vale,
vamos.
Su voz
sonó decidida. Ismira la miró como si no la conociera. No eran muy frecuentes
los ataques de valentía en Dayeli. Pero tenía razón. Era necesario darse prisa,
aunque no sabían muy bien por qué. El dragón parecía esperar la respuesta de
Ismira. Ésta lo miró y asintió.
—Llévanos.
La
criatura parpadeó a modo de respuesta y
volvió a bajar el lomo. Las dos muchachas lo rodearon hasta ver por cuál era el
mejor sitio para montar. Al final se decidieron por la zona que había justo
detrás de las alas.
Se
subieron con dificultad, aunque no demasiada. Las púas que iban desde la
mandíbula hasta la cruz eran bastante peliagudas y debían tener cuidado sino
querían llevarse un buen arañazo por culpa de ellas. Los caballos eran un tanto
altos, pero de ahí a la altura del dragón había una buena diferencia, y las
muchachas tuvieron que coger bastante impulso para llegar a sentarse.
La
primera en montar fue Dayeli, a la que Ismira tuvo que ayudar un poco por el vestido
que llevaba. Pero enseguida la chica supo desenvolverse y subió al lomo
escamado sin ningún problema. Ismira subió después y se sentó tras su amiga,
pero antes guardó la daga en su vaina. Ya no hacía ninguna falta.
Cuando
sintió que se habían sentado bien, el dragón se irguió y desplegó por completo
las alas.
¿Listas?
Agarraros fuerte a mi cuello. No tardaremos en llegar.
Las
alas membranosas empezaron a batir con fuerza y de pronto, el cuerpo del animal
se despegó del suelo.
Ismira
estaba fascinada.
—¡Guau!
—Esto
es mejor que un caballo, ¿eh? —sonrió Dayeli—. Agárrate.
Asintió
y se aferró a la cintura de su amiga. La criatura fue ascendiendo entre la
niebla y fue entonces cuando comenzó a moverse, en dirección al sur, justo por
donde había aparecido el dragón.
La
velocidad que cogió en poco tiempo era vertiginosa. El viento les golpeaba en
la cara, por lo que optaron por agazaparse un tanto. Dayeli se sintió como si
flotase. Aquella sensación era impresionante. Sin duda, era mejor que ningún
caballo.
:O . Brutal espero por el otro :)
ResponderEliminarGracias Luis :)
EliminarSencillamente genial Kiara muchísimas gracias por este regalo de navidad adelantado ^^; que bien que no mataste a Eragon aunque el es demasiado bueno para morir
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Emiriot. Me alegro que te haya gustado :)
EliminarPor otra parte, yo creo que es demasiado pronto para hablar de Eragon, jeje... aunque todo se verá en el siguiente capítulo.
Un saludo, Emiriot :D
u.u a esperar hasta el año que viene xD no creo que lo hayas matado si así fuera saphira no estaría tan tranquila (y) Saludos Kiara
ResponderEliminar¡¡IMPRESIONANTE!! O.O Me he quedado de piedra con la aparicion del dragon!!!!!! Espero impacioente el otro capitulo ^^
ResponderEliminarGracias Kiara por el capítulo.
1 besito --->KiWa
He venido googleando una quinta parte del libro, y he encontrado el blog, lei los capitulos y me doy cuenta que este los subiste hace casi 5 meses, acaso planeas dejarnos picados? Saludos y espero uno nuevo...
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